Pese a tratarse de la primera causa de muerte en jóvenes, el suicidio sigue siendo un tabú en nuestra sociedad. Nos incomoda hablar de este tipo de sucesos abiertamente, fomentando un aura de misticismo y culpabilidad en torno a ellos, lo que a su vez aumenta todavía más su incidencia.
Como la evidencia científica ha demostrado, hablar del suicidio salva vidas, pero para ello es necesario derribar primero algunos mitos falsos y frases que todos hemos pensado o incluso dicho alguna vez, pero que en realidad se basan en nuestro desconocimiento.
La primera frase hecha es una de las que más engaño conllevan, ya que en muchos entornos se considera que hay intentos de suicidio “de verdad” y otros que son menos grave, etiquetándolos como “llamadas de atención”.
Según los manuales de psicología clínica y de psiquiatría más recientes, así como los últimos estudios sobre suicidio, los intentos de quitarse la vida para movilizar al entorno son igual de letales. En otras palabras, hay personas que deciden suicidarse para que sus seres queridos sean conscientes de su sufrimiento, pero las probabilidades de morir son idénticas a los demás tipos de suicidios.
Restar importancia a estos sucesos es injusto, ya que quienes se suicidan como una forma desesperada de gritar pidiendo ayuda sufren de una forma inimaginable. Lo que necesitan no es que les recriminen haber buscado atención, sino que le tiendan una mano de forma personal y profesional.
Históricamente se ha pensado que los medios de comunicación, al ejercer una fuerte influencia sobre la población, tienen la capacidad de provocar un aumento de suicidios cuando informan sobre este tipo de sucesos.
La creencia surgió en 1974 cuando el sociólogo David Philips encontró que el número de suicidios en Estados Unidos aumentaba el mes posterior a que el New York Times publicara en su portada noticias sobre un suicidio. A este suceso se le denomino efecto Werthef, efecto copycat o efecto llamada, y según los estudios más antiguos era más acusado cuando la persona que se suicidaba era famosa.
En los años siguientes, fueron muchos los expertos que decidieron replicar estos estudios. Encontraron que el aumento de suicidios no tiene que ver con el hecho de que un medio hable del tema, sino con la forma de hacerlo. En otras palabras, los artículos sensacionalistas y morbosos sí pueden aumentar el número de suicidios, pero hablar del tema de forma rigurosa y profesional puede prevenirlos.
En consecuencia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó un programa destinado a la prevención del suicidio llamado ‘SUPRE’, proporcionando las siguientes recomendaciones a los medios de comunicación:
Pensamos que el suicidio es un indicador de que la persona padecía un trastorno mental, pero esta asociación es falsa.
Prácticamente todas las personas han pensado en algún momento de su vida en quitarse del medio. Algunas padecían depresión, ansiedad, estrés postraumático, esquizofrenia, trastorno límite de la personalidad u otro trastorno mental cuando dichos pensamientos florecieron. Otras no. A veces las ideaciones suicidas o el acto de quitarse la vida se producen en un contexto de sufrimiento extremo, por ejemplo, tras quedarte sin trabajo, en una ruptura, por ser víctima de acoso escolar, en medio de una relación de maltrato, como respuesta a una violación, etc.
Por otro lado, las ideaciones suicidas pueden ser un pensamiento recurrente muy agobiante para personas que ni sufren un trastorno mental ni tampoco han vivido una situación traumática recientemente. En estos casos, el simple hecho de decir en voz alta “he pensado en quitarme la vida” puede resultar liberador, ya que elimina la culpa y posibilita pedir ayuda.
Sufrir síntomas depresivos, haber experimentado algún tipo de maltrato (violencia de género, bullying, maltrato paternofilial…), ser víctima de abusos sexuales, el consumo de drogas, la soledad o la inestabilidad económica son algunas de las condiciones que pueden aumentar las ideaciones suicidas.
Es importante hacer hincapié en los factores económicos, ya que la precariedad va de la mano del sufrimiento psicológico. Los trabajos precarios, los alquileres desorbitados o la dificultad para independizarse son algunos de los condicionantes que pueden explicar el aumento de suicidio en las generaciones más jóvenes.
Pero, ¿hay alguna forma de identificar un suicidio inminente? Según los expertos, sí:
¿Es posible ayudar a una persona que quiere suicidarse pero que no le ha dicho nada a nadie? Sí, pero para lograrlo son necesarias medidas colectivas.
En primer lugar, debemos normalizar la salud mental en nuestro día a día. En muchas familias, parejas y grupos de amigos este tipo de conversaciones se evitan porque son consideradas como algo desagradable. En consecuencia, cuando uno de los miembros sufre psicológicamente, lo vive en silencio y esa culpabilidad e incomprensión aumenta la gravedad.
Además de hablar del suicidio o de salud mental con nuestros seres queridos, también podemos aprovechar las redes sociales para seguir a cuentas que hablan de forma empática y sin tabúes sobre el suicidio.
En segundo lugar, es necesario crear un clima de apoyo real más allá del postureo. Es muy fácil publicar una imagen sobre el suicidio o twittear utilizando un hashtag, pero a la hora de la verdad debemos crear ambientes que favorezcan la comprensión. Si alguien te dice que se ha intentado suicidar o que quiere hacerlo, escúchale, no le interrumpas y no cortes la conversación porque te sientes incómodo. Si no sabes qué decir, asesórate, pero no ignores a alguien que te ha pedido ayuda, aunque haya sido de forma sutil.