El coronavirus es más letal en aquellos lugares del mundo más contaminados. Varios estudios, llevados a cabo en Alemania y Estados Unidos han encontrado un potente vínculo entre los decesos por COVID-19 y las emisiones de gases contaminantes. Las personas expuestas a altos niveles de dióxido de nitrógeno tienen una mayor probabilidad de padecer problemas de salud como diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares y pulmonares, que se agravan cuando las personas afectadas contraen la enfermedad. Asimismo, se ha constatado que un 78% de los fallecidos por el virus en Europa se concentran en cinco regiones con altas concentraciones de NO2 y bajo flujo del aire. Además, un aumento de un solo microgramo por metro cúbico de partículas en suspensión de 2,5 micras incrementa un 15% la tasa de mortalidad.
Otro motivo más, y de peso, para tratar de acabar con la contaminación en el mundo. El COVID-19 es más letal allí donde incide más la polución. Algunos de los estudios que se han llevado a cabo en los últimos cuatro meses sobre la transmisión del SARS-CoV-2 y los factores externos coinciden en señalar la contaminación del aire como un factor de riesgo en los casos de infección del patógeno.
Sin embargo, esta conclusión no debería resultar tan excepcional porque desde hace muchos años los estudios de la comunidad científica alertan sobre las nefastas consecuencias que la polución tiene en nuestro organismo. Secuelas como los problemas respiratorios, cardiovasculares, accidentes cerebrales o cáncer de pulmón, que son el caldo de cultivo sobre el que se ceban gérmenes tan desconocidos y complejos como el coronavirus.
Según la OMS, tanto la exposición a corto como a largo plazo a los contaminantes del aire se ha asociado con impactos adversos en la salud. "Los más severos afectan a las personas que ya están enfermas. Los niños, los ancianos y los pobres son más susceptibles”, inciden. Desde el organismo internacional se ha alertado por activa y por pasiva que los contaminantes más nocivos asociados a la mortalidad prematura son las partículas finas PM2,5, que penetran profundamente en los conductos pulmonares.
Son precisamente las grandes concentraciones de ese material particulado, provenientes principalmente del tráfico, las que se relacionan con una mayor mortalidad del virus según una investigación de la Universidad de Harvard. "Hemos descubierto que un aumento de tan solo un microgramo por metro cúbico de PM2,5 puede traducirse en un incremento del 15% de la tasa de letalidad del coronavirus", señaló Rachel Nethery, miembro del equipo TH Chan School of Public Health.
El estudio, basado en trabajos anteriores que constataron una ligazón entre las partículas en suspensión y la mortalidad durante la gripe aviar de 2003, analizó más de 3.000 condados del noroeste de Estados Unidos, donde la enfermedad se ha cobrado más vidas.
Al mismo tiempo, investigadores de las Universidades de Aarhus (Dinamarca) y de Siena (Italia) estudiaron un posible vínculo entre la altísima tasa de mortalidad del norte de Italia a causa del patógeno y los niveles de contaminación en la región. Hay que recordar que el Valle del Po, región que incluye las ciudades de Bolonia, Módena, Milán, Bérgamo, Turín, Verona y Venecia, algunas de las más castigadas por la enfermedad, cuentan con altísimas concentraciones de partículas contaminantes, según la Agencia Europea de Medio Ambiente.
Ambas observaciones consideran que los efectos de las micropartículas en el sistema respiratorio y cardiovascular pueden incrementar la gravedad de los síntomas del COVID-19, además del número de contagios y el riesgo de muerte.
Yaron Ogen, autor principal del estudio Evaluar los niveles de dióxido de nitrógeno (NO2) como un factor que contribuye a la tasa de mortalidad del coronavirus (COVID-19), publicado en Science of the Enviroment, estima que niveles elevados de dióxido de nitrógeno en el aire podrían estar asociado con un alto porcentaje de muertes por la enfermedad.
El experto combinó las mediciones de NO2 registradas por el satélite Sentinel 5P (Agencia Espacial Europea) para elaborar una radiografía de las regiones con cantidades más elevadas en enero y febrero, antes de que el virus hiciera estragos en Europa. A estos datos sumó los flujos verticales de aire que proporciona la Administración Nacional de Océanos y Atmósfera de Estados Unidos (NOAA).
Y, finalmente, los enfrentó a países con las tasas más alta de fallecidos en Europa. "Los resultados muestran que de los 4.443 casos de fatalidad, 3.487 (78%) estaban en cinco regiones ubicadas en el norte de Italia y el centro de España. Además, las mismas cinco regiones muestran las concentraciones más altas de NO2 combinadas con un flujo de aire descendente que previene una dispersión eficiente de la contaminación del aire", señala el investigador.
Por otra parte, y pese a que todavía no hay ninguna evidencia científica que así lo avale, Sanidad considera que el clima podría influir en la transmisión del virus. En la rueda de prensa del Comité Científico Técnico COVID-19 del pasado martes, Fernando Simón aseguró que cada vez tienen más respaldo las hipótesis que relacionan el clima benigno de un determinado territorio con una menor transmisión del virus. Es el caso de comunidades más cálidas donde ha habido menos transmisión, aunque recuerda que hay otros factores que pueden haber influenciado en el ritmo de contagio como la dispersión de la población.
"El Instituto Nacional de Meteorología está haciendo los mapas de las variables meteorológicas que pueden afectar al virus y la verdad es que hay algún estudio con un diseño ecológico que sí parece indicar que zonas con unas características determinadas climatológicas podrían tener una menor transmisión”, subrayó el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias.
En este sentido, un estudio de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) y el Instituto de Salud Carlos III confirmaba a mediados de este mes que a menor temperatura promedio de las comunidades autónomas, mayor propagación de la enfermedad durante el mismo periodo.
Sin embargo, aparecían dos excepciones, Asturias y Cantabria, dos territorios fríos que se han visto menos afectados y se distancian de esta tendencia general. Comunidades como Andalucía, Murcia, Canarias, Baleares y en menor medida Valencia, son las que cuentan con menos contagiados y fallecidos. Habrá que añadir a la climatología nuevas variables que inciden en este tipo de cirus como la humedad y la contaminación atmosférica para desarrollar un sistema de alertas epidemiológicas basado en la monitorización de factores ambientales.