Comer un huevo puede provocar problemas graves de salud, de intoxicaciones alimentarias a calambres de estómago, pasando fiebre, vómitos y diarrea. Por eso es importante saber si un huevo está malo, tanto antes de abrirlo como después de hacerlo.
La principal bacteria que puede contaminar los huevos se llama Salmonella Entérica. Esta puede existir dentro de huevos normales e intactos. Del mismo modo, los huevos que se dejan afuera en temperaturas cálidas pueden estropearse y albergar esta bacteria. Debido a que las temperaturas cálidas pueden hacer que esta bacteria se multiplique, los huevos deben mantenerse refrigerados.
Nadie quiere abrir un huevo para descubrir que no está bueno. Y aunque por lo general puede usar los ojos y la nariz para detectar si la comida en su refrigerador ya no está en su mejor momento, puede ser difícil saberlo con huevos.
Pero existe un truco muy sencillo de aplicar que permite probar si un huevo todavía es comestible, sin tener que abrirlo y soportar el olor. El truco consiste en llenar un recipiente con agua fría y colocar los huevos en él. Si flotan, es que están estropeados, mientras que si caen al fondo, son aptos para su consumo.
Una vez que se rompe un huevo, hay una manera fácil de juzgar si está bueno antes de comenzar a cocinar. Un huevo fresco tendrá una clara tensa y levantada alrededor de la yema, mientras que un huevo menos fresco (aunque todavía comestible) tendrá una clara más extendida.
Aunque solo el olfato mejor entrenado podrá detectar si un huevo se ha estropeado mientras aún está en la cáscara, uno podrido se dará a conocer a cualquiera que esté cerca una vez que se rompa. El olor acre sulfúrico significa que están muy podridos.