Cristina Gómez pasó años lidiando con un dolor incapacitante en su vulva y ano. "Tenía reglas muy dolorosas y un sangrado abundante. Era incapaz de hacer vida normal. Iba al médico, le contaba lo que me pasaba, pero no le daban importancia", relata durante una entrevista para la web de Informativos Telecinco. El dolor condicionaba su día a día, y la falta de respuestas no solo le afectaba físicamente sino que también psicológicamente. "Yo a mí misma y mi entorno me decían que no me quejara tanto", confiesa.
A los 40 años, los médicos le diagnosticaron un mioma uterino de gran tamaño (tumor benigno) y optaron por extirparle el útero. Lo que se conoce como una histerectomía, prometía acabar con sus dolores. "Realmente eso solo ocurrió durante un año", recuerda Cristina.
"A partir de los 41, además de los dolores, comienzo a tener insomnio, sudoraciones nocturnas, cambios de humor, pérdida de lívido, sequedad, dolores en las relaciones sexuales...cosas que nunca antes había experimentado", describe. Una vez más, acudió a su médico. "Le conté mi historial, pero de nuevo no le dieron importancia. Me recetó pastillas para dormir que solo me tomé un día", comenta frustrada.
Los médicos le aseguraron que la histerectomía le cambiaría la vida "y efectivamente, me cambió, pero a peor". Y es que en las diferentes revisiones que tenía con ginecología nadie le había informado que la extirpación del útero puede acelerar la transición a una menopausia precoz, debido a la interrupción de la producción hormonal normal.
Pese a la operación, el dolor no desapareció. "Hacía planes que luego tenía que cancelar porque me venía el dolor de golpe y no podía ni levantarme", explica Cristina, quien se sometió a una segunda cirugía para extirparle un ovario (ovariectomía). Sin embargo "al mes me volvieron de nuevo, tan intensos que me tenía que tirar al suelo".
Tampoco, nadie le mencionó que la extirpación de los ovarios y del útero puede no resolver el dolor en un 15% de las mujeres. "Incluso me propusieron una tercera operación para quitarme el otro ovario, pero me negué. No veía mejora y no quería pasar por otra cirugía", señala.
Cristina se sentía incomprendida, tras dos cirugías, los dolores seguían, y los síntomas de la menopausia precoz no diagnosticada la acompañaban. Nadie le explicó que lo que llevaba años sufriendo tenía un nombre: endometriosis y que la menopausia se había producido por la extirpación de su útero.
"Me enteré por internet. Recuerdo perfectamente el día que leí por primera vez lo que era la endometriosis. Estaba en el trabajo y tuve que ir al baño a llorar. Por fin sabía que no estaba loca, que todo lo que me pasaba era real", relata. Fue entonces cuando revisó sus informes médicos y, entre las letras, leyó la palabra "endometriosis". "Me pregunté por qué nadie me había informado que tenía esto. Llevaba años sufriendo dolores y sometiéndome a tratamientos sin saber realmente cual era mi enfermedad", lamenta.
La endometriosis es una afección que sufren un 10% de la mujeres y no tiene cura. Se produce cuando un tejido similar al revestimiento del útero crece fuera de este, pudiendo causar dolor intenso. Estos crecimientos responden al ciclo menstrual y pueden afectar los ovarios, las trompas de Falopio, e incluso órganos abdominales.
Después de tanto tiempo, Cristina encontró apoyo en la Asociación de Afectadas de Endometriosis de Aragón y la Asociación Española para el Estudio de la Menopausia. "Por fin entendí lo que me estaba ocurriendo. Durante 11 años no encontré refugio en los profesionales. Tuve que buscar respuestas por mi cuenta", reflexiona.
Finalmente, logró ser atendida en una unidad específica de endometriosis, donde todo empezó a tener sentido. "En la primera ecografía vaginal, me trataron con tanto cariño... Antes de eso, me hacían tanto daño que salía sangrando. Lloré de alivio porque, por fin, me trataron con humanidad".
Aunque no hay un tratamiento para curarla, gracias a los tratamientos proporcionados en esa unidad, sus dolores desaparecieron. Además, un tratamiento hormonal sustitutivo con estrógenos también aliviaron sus sofocos y le ayudaron a recuperar el sueño. "Desde entonces mi vida mejoró".
Hoy, a sus 52 años, Cristina ha recibido el alta en la unidad específica de endometriosis, aunque continúa con revisiones periódicas con su ginecólogo. A pesar de haber recuperado su bienestar físico, admite que su vida ha cambiado profundamente. "Vivir con dolor te transforma. Yo era una persona muy alegre, pero ya no me reconozco. Es duro, y no todo el mundo lo entiende", confiesa. Además, subraya la falta de visibilidad sobre estas condiciones: "Todo lo relacionado con la salud de la mujer sigue siendo un tema del que se habla muy poco", concluye.
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