No son pocas las veces en las que mujeres con sobrado talento encuentran una “barrera invisible” que les impide acceder a trabajos tradicionalmente masculinizados, por ejemplo, el de la construcción. La bilbaína Susana Ruiz nunca había pensado en trabajar como soldadora, pero cuando a través el programa Emaktiva le ofrecieron la oportunidad de formarse en un curso de soldadura, no lo dudó.
A sus 42 años, casada y con un hijo de 10 años, es consciente de que aún genera cierta sorpresa su apuesta por una profesión en la que apenas hay presencia femenina, en su entorno su decisión generó “sorpresa”, aunque también “me han dado desde el principio muestras de apoyo”.
“En Emaktiva conectamos el talento de las mujeres con las necesidades de las empresas y veíamos que en el sector de la construcción existen oportunidades reales de empleo que pueden ser cubiertas por mujeres”, afirma Begoña Gavilán, Coordinadora de Emaktiva.
Durante años, la sociedad ha definido algunas profesiones como masculinas y han sido pocas las mujeres que tenían acceso a ellas, Susana Ruiz que estudió un grado superior en administración, finanzas y sistemas informáticos, trabajó durante muchos años en ese sector hasta que, en marzo de 2024, se apuntó a hacer un curso de orientación de la Fundación EDE exclusivo para mujeres. No imaginaba que aquello le cambiaría la vida.
“Una empresa del metal nos contó en qué consistía la soldadura y que las mujeres somos tan capaces como los hombres de desarrollar este oficio”, de hecho, “incluso, más finas y detallistas”, puntualiza. Tal vez, porque en esto, como en otras muchas cosas, "más vale maña que fuerza", bromea.
Acostumbrarse a ejecutar la soldadura TIG, un proceso más lento y que requiere de una mayor habilidad, y la soldadura por electrodo pertrechada con la correspondiente máscara, el mandil y las botas no ha sido un problema para esta mujer, a la que al principio, sí asustaba “un poco el calor”, aunque ahora admite que “no es para tanto".
Tras años desarrollando su vida laboral en el entorno de una oficina, Susana se ha dado cuenta de que “me atrae más el trabajo manual que estar delante de un ordenador” y, ahora, a punto de culminar la formación que comenzó el pasado noviembre, la bilbaína ya se ve trabajando de soldadora.
Un sector con mayoría de hombres que no asusta a Susana: “Hay empresas que todavía no tienen ni vestuarios para mujeres”, advierte. Ella y otras muchas, como sus compañeras Irati y Maitane, han llegado para cambiar eso.
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