Según el último informe del Observatorio de la Mujer Taxista, tan sólo el 5% de la población femenina se atreve a adentrase en esta profesión, que sigue siendo "mayoritariamente masculina". Sin embargo, la presencia de la mujer en este sector es cada vez más notoria, siendo Madrid (7,5%) y Valencia (8,2%) las ciudades con mayor ratio de mujeres taxistas y las zonas rurales, como la comarcas de Sanabria y Carballeda (Zamora), los lugares donde están rompiendo su techo de cristal.
Justo allí hemos encontrado a una mujer que, aunque estudió para ser secretaria y trabajó en Hacienda, un día decidió continuar con el (sufrido) negocio de su padre: el del taxi. Y aunque, al principio, se encontró con múltiples trabas burocráticas y un entorno rural en el que era muy "chocante" pedir un taxi y que éste llegara con una mujer al volante, ya lleva once años en el gremio y tiene hasta su propia flota (y el primer taxi adaptado para minusválidos de ocho plazas de la zona).
Mari Zurrón - a la que todo el mundo conoce cariñosamente como 'Zurrona' - recuerda perfectamente aquel día de 2014 en el que decidió dar un giro de 180 grados a su vida: "Yo me saqué el título de secretaria y, primero, trabajé para Hacienda y, después, para Repsol. Pero me ampliaron las responsabilidades y, por ello, debía hacerme más de 1000 kilómetros en carretera al día. Así que un día mi padre me dijo que por qué no seguía yo con el taxi y, así, aunque hiciera los mismos kilómetros diarios, los hacía para mí. Y yo pensé: "Claro. ¿Por qué no?", ha dicho en una entrevista para Informativos Telecinco web en el Día Internacional de la Mujer.
En realidad, había muchos motivos para decir que no. El principal, la idea generalizada de que la mujer no sabe conducir. La típica frase 'Mujer tenías que ser' ha sido un mantra de las discusiones en carretera desde que las mujeres comenzaron a motorizarse. Pero ella, gracias a su fuerza y simpatía - y a la protección que le daba el apellido de su padre - ha sabido hacerse un hueco en la profesión, sin haber recibido, todo hay que decirlo, "ni una sola falta de respeto" por parte de sus compañeros. Algo que se corresponde con los datos del observatorio, cuyas encuestas reflejan que el 83% de las mujeres taxistas se sienten "muy bien acogidas" por sus colegas.
Los comentarios inapropiados venían, más bien, de la gente a la que ella recogía en la vía, pues su mayor especialidad es la de la asistencia en carretera. "Cuando, desde la aseguradora, avisaban de que iba a recogerles una mujer taxista, la gente preguntaba que por qué una mujer. Les planteaban si esto les suponía algún problema y decían que no, pero se quedaban igualmente sorprendidos. Y, cuando me veían a mí, me decían: 'Anda, una chica', y yo contestaba que sí, que nosotras valemos para todo. Que si valemos para fregar, también para conducir", recuerda Mari sobre aquellas primeras 'peleas'.
Esta zamorana también confiesa que, quien la conocía, le decía con sorna: "Ibas para secretaria y ahora te pones al volante", pero, haciendo gala de su buen humor, ella siempre respondía: "No lo haré tan mal". Y, de hecho, tan mal no lo habrá hecho, pues ahora hay quien se queja cuando no es ella la que conduce el taxi, sino alguno de los empleados que tiene a cuenta. "Es que yo también llevo a muchas personas mayores al médico, a la residencia o tomar un café y mi labor no sólo es trasladarles hasta donde necesitan; entro con ellos a la clínica, llamo a sus hijos para comunicarles los resultados y les llevo a la farmacia si hace falta", ha dicho, ganándose (merecidamente) el corazón de todos los ancianos que viven en la "España desprotegida".
En cuanto a las agresiones machistas, el mayor hándicap que envuelve a la mujer en este gremio, Mari asegura que ella "jamás ha tenido ningún problema". Sin embargo, sí se da cuenta de que, durante las fiestas populares, tan propias de los pueblos españoles en los meses de verano, "las chicas prefieren ir en el taxi con una mujer, también porque vamos más despacio y se sienten más seguras". Todo ello hace que, esta trabajadora, valiente y autónoma, tenga una amplísima cartera de clientes que le ha permitido expandir su negocio y, para predicar con el ejemplo, contratar a otra mujer que la sustituya cuando ella no puede y que ayude acabar con el estigma.
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