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Sin duda, la ciudad de San Sebastián cuenta con innumerables atractivos, pero si hay una imagen de Donostia por antonomasia, esa es la de la bahía de La Concha con su mítica barandilla blanca. A lo largo de sus 115 años de historia, esa icónica barandilla, que bordea de punta a punta La Concha, ha tenido que someterse a diversas restauraciones para lucir así de blanca. La última se ha producido recientemente y ha dado lugar a un insólito sorteo: 275 trozos de barandilla, muchos de ellos oxidados o rotos, a 185 euros.
Expuesta como está a las inclemencias del tiempo, ya sea la lluvia o el viento, así como al salitre del mar, el óxido es su mayor enemigo, aunque también ha sufrido roturas o incluso, vandalismo.
El caso es que el Ayuntamiento donostiarra recientemente decidió sustituir 275 tramos de la famosa barandilla, construida en 1910 por el arquitecto municipal Juan Rafael Alday, por su “deteriorado estado”.
Lo habitual hubiera sido que el barandado cambiara su privilegiado emplazamiento por el vertedero, pero el consistorio pensó que habría donostiarras dispuestos a hacerse con una de estas emblemáticas piezas, pero, entonces... ¿Cómo repartirlas?
Pues mediante un sorteo que se celebrará el próximo 16 de mayo. En el bombo, 275 tramos de barandilla a un precio de 185 euros. Los interesados en participar en tan peculiar rifa deberán inscribirse entre el próximo 3 de marzo y el 4 de abril. Absténganse turistas, ya que el requisito indispensable para hacerse con uno de los disputados trozos será estar empadronado en la capital guipuzcoana.
Los módulos, que cuentan con una longitud aproximada de 80 centímetros y tiene, un peso de unos 50 kilos cada uno, se entregarán en el estado tal cual hayan resultado del desmontaje. “Solo se realizarán los trabajos necesarios para su división en módulos y enganche del pasamanos, pero no se contempla trabajo alguno de eliminación de posibles óxidos, sobrantes ni pintura de los mismos”, advierte.
Los 275 módulos de la barandilla de La Concha que se van a sortear formaban parte del tramo entre la primera rampa y La Perla. Su estado no permitía su reutilización, pero sí convertirse en un elemento de decoración o recuerdo para los donostiarras de pro. Eso sí, nada de hacer negocio con los trozos porque “queda terminantemente prohibida la posterior venta, reproducción de los mismos y por supuesto su comercialización o realización de ningún otro acto dispositivo”, advierte el Ayuntamiento de Donostia.
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