Ocultos en la cara norte del Monte Urgull, salpicadas de forma desordenada por la accidentada topografía del lugar y prácticamente cubiertas por la vegetación del entorno, hacen su aparición las sepulturas de los soldados británicos que batallaron en la Primera Guerra Carlista. Mausoleos y lápidas que, desde esta privilegiada situación, parecen mirar al mar.
El lugar destila encanto “romántico”, pero el paso del tiempo y la falta de mantenimiento habían llevado al Cementerio de los Ingleses prácticamente a desaparecer entre la vegetación del entorno. Con el objetivo de rescatar este rincón de San Sebastián y evitar que caiga en el olvido, esta semana han arrancado los trabajos de mejora paisajística. Durante tres semanas, se trabajará para despejar los caminos y lograr arrebatar a la voraz naturaleza los espacios que durante estos años se ha ido tragando.
Los cuerpos de aquellos combatientes ingleses que, hace casi 200 años, murieron defendiendo San Sebastián y el régimen liberal frente a los carlistas, quedarían para siempre sepultados aquí, a muchos kilómetros de sus casas. Cabe recordar, que la contienda, que se libró entre 1833 y 1840, enfrentaba a los carlistas con los isabelinos. Los primeros, leales a Carlos María Isidro de Borbón y partidarios de un régimen absolutista; los segundos, leales a Isabel II y partidarios de un régimen más moderado.
Entonces, en la capital guipuzcoana solo había un camposanto y no contaba con espacio para dar sepultura a fallecidos no católicos. De ahí, que los soldados de la Legión Auxiliar Británica que perdieron la vida en Donostia fueran enterrados en el Monte Urgull. Muchos años más tarde, en 1924, el Cementerio de los Ingleses se inauguró de forma oficial. Desde entonces, una inscripción en piedra, en inglés y castellano, recuerda que este lugar se levantó “A la memoria de los valientes soldados británicos que dieron la vida por la grandeza de su país y por la independencia y libertad de España”.
Entre las lápidas de los combatientes ingleses, destaca la de una mujer y su hija pequeña. Se trata de la sepultura de Sara, esposa del médico cirujano John Callender y fallecida en 1837, y de su hija de 22 meses. En una lápida de mármol podía leerse: “A la sagrada memoria de Sara, la amada y querida esposa de John Callender. La cual falleció en San Sebastián el 31 de mayo de 1837, a la edad de 32 años. Así mismo aquí yace María Matilde, su querida hija que falleció en Santander el 18 de enero de 1836, a la corta edad de 22 meses".
En una ciudad como San Sebastián, a la que le sobran motivos para ser un punto de atracción turística, a este algo olvidado, pero mágico espacio escondido en una ladera del Monte Urgull le sobran motivos para ser visitado.
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