Predecir qué tiempo va a hacer no es tarea fácil sin las herramientas y los conocimientos adecuados, aunque quienes se detienen a observar los fenómenos que ocurren a su alrededor pueden llegar a conclusiones que les permitan intuir, por ejemplo, si va a llover mañana. Es, quizás, la duda climatológica que más nos planteamos en nuestras vidas: no queremos que un chaparrón nos arruine un plan de playa, una escapada o una excursión al aire libre. Por eso, si te planteas la duda de cómo saber si a a llover, toma nota de estos indicadores de la naturaleza, y recuerda que no son infalibles, pero sí pueden ayudarte a comprender mejor cómo funcionan los fenómenos meteorológicos.
Lo más sencillo que puedes hacer si quieres saber si va a llover mañana es, lógicamente, consultar el tiempo a través de cualquier plataforma o aplicación. Verás que suelen existir discrepancias entre ellas, algo que nos recuerda que no se trata de una ciencia exacta y que estas predicciones también pueden no cumplirse.
Si no te basta con consultar esta información o te gustaría poder intuir qué tiempo hará próximamente en tu zona concreta utilizando herramientas más ‘rudimentarias’, basadas en la observación, toma nota de estos consejos:
Normalmente las nubes negras suelen ser sinónimo de lluvia próxima, sobre todo cuando son verticales. Este tipo de nube se conoce como cumulonimbo y se asocia con las tormentas. Se trata de nubes de gran desarrollo vertical, internamente formadas por una columna de aire cálido y húmedo que se eleva en forma de espiral rotatoria. Visualmente, son muy oscuras, y su verticalidad tiene que ver con el rápido ascenso producido por el movimiento de convección, que consiste en la transferencia de enormes cantidades del calor. Así, a medida que el aire cálido y húmedo de la superficie se eleva, el vapor de agua se condensa, formando estas enormes nubes.
Cuando este tipo de nubes alcanzan una altura muy grande (por ejemplo, unos 12 o 14 km), se enfrían bruscamente por la baja temperatura atmosférica a dicha altura, y el resultado puede ser la generación de tormentas eléctricas, granizadas e intensas lluvias.
Otros tipos de nubes que provocan lluvia o nieve son las nubes de tipo altoestrato, que tienen aspecto de manto blanco o gris, estriado, fibroso, uniforme y de gran extensión horizontal. Suele cubrir total o parcialmente el cielo, presentando partes suficientemente delgadas para dejar ver el Sol, como a través de un vidrio poco nítido. Son nubes constituidas por gotas de agua y cristales de hielo, y provocan precipitaciones.
Lo mismo se aplica al nimboestrato, capa nubosa gris, muchas veces sombría, con aspecto borroso por las precipitaciones más o menos continuas de lluvia o nieve que, en la mayoría de los casos, alcanzan el suelo. El espesor de este tipo de nube suele ser, en todas sus partes, suficiente como para para ocultar completamente el Sol. Por debajo de la capa existen frecuentemente nubes bajas desgarradas, soldadas o no con ella.
La suma de altas temperaturas y humedad suele dar como resultado próximas lluvias. El calor hace que el agua se evapore, generándose vapor de agua que ascenderá para formar nubes que potencialmente podrán provocar lluvias cuando éstas entren en contacto con un aire más frío. No siempre es así, porque esas nubes pueden trasladarse a otra zona a causa del viento, o bien puede no producirse lluvia porque no se den las condiciones adecuadas. Sí suele afirmarse que, cuanto mayor es la humedad, más posibilidad de precipitaciones existe.
En el caso de las tormentas ocurre igual: para que se produzcan es necesaria la humedad del aire caliente, que se eleva, se enfría y se condensa, liberando el calor latente. Así, las tormentas más fuertes aparecen cuando el aire cálido y húmedo se eleva rápidamente, con velocidades que pueden alcanzar 160 kilómetros por hora, hasta altitudes más altas y más frías.
El viento se produce cuando una masa de aire se vuelve menos densa por aumentar su temperatura. Cuando esto ocurre, el aire asciende y otra masa de aire más densa y fría se mueve para ocupar el espacio que la primera ha dejado. El viento es, por tanto, un gran indicador de posibles lluvias, ya que es el responsable de la mezcla y movimiento de distintas capas de aire con distintas temperaturas.
Además, el viento de determinada procedencia puede ser un gran indicador dentro de una concreta zona geográfica, con un clima y una geografía determinadas. Por ejemplo, en algunas zonas el viento del norte es sinónimo de nubes, mal tiempo y posibles lluvias, mientras que en otras ocurre exactamente al revés.
Es, quizás, el consejo más obvio, pero también el más efectivo. Cuanto más gris y oscuro se encuentre el cielo, más probabilidad de lluvia o tormenta existe de forma inminente. Además, un color de cielo rojizo puede indicar que lloverá en pocas horas: el color rojo del cielo se intensifica si hay mucha humedad en el aire o se avecinan lluvias.
Las variaciones atmosféricas afectan de distinta manera a cada ser vivo y algunos de ellos son especialmente sensibles (y acertados) a la hora de detectar futuras lluvias. Por ejemplo, algunos animales, como golondrinas o murciélagos, vuelan más bajo que de costumbre cuando va a llover. Esto se debe a que, cuando se avecina lluvia, la presión desciende, y estas especies compensan ese descenso de la presión volando a inferior altura. También los insectos vuelan más bajo cuando baja la presión y atenta la humedad. Si lo que se avecina es una tormenta, la situación cambia y, en el caso de las golondrinas, éstas vuelan más alto que de costumbre porque su alimento (insectos) es arrastrado hacia arriba por las corrientes de aire ascendentes.
Además, se dice que cuando la lluvia está próxima, las aves tienden a ponerse a cubierto. Por eso ver aves que normalmente sobrevuelan el mar buscando lugar en tierra suele indicar que se aproximan lluvias, como ocurre en el caso de las gaviotas. De hecho, existen varios dichos gallegos y portugueses que recogen esta lógica y que invitan a los pescadores a no salir cuando éstas vuelen en interior: "Gaivotas pela terra dentro, sinal de mau tempo”, "Gaivotas pela terra dentro, sinal de mau tempo”, "Condo a gaviota vay pra terra, coye a brosa y vay pra lleña”...
Cada vez existen más evidencias científicas de que el frío, la humedad o los cambios de presión atmosférica pueden afectar a las personas que sufren enfermedades como la artrosis o la artritis reumatoide. Éstas corroboran lo que viene siendo una creencia popular que se remonta a la Antigua Grecia. Si no es tu caso, puedes consultar a personas que sí sufran este tipo de dolores: puede ser un gran indicador.