La Antártida es el continente más inhóspito y menos poblado del mundo en lo que a humanos se refiere, pero eso no quiere decir que no rebose vida. Pingüinos, focas, aves… Viven resguardados aparentemente de la infrenable actividad que caracteriza al resto del planeta, y sin embargo también ellos sufren amenazas derivadas del calentamiento global. Entre otras, la floración de un tipo de algas que están tiñendo de verde la nieve que cubre el blanco nuclear de la región, y que amenaza sus ecosistemas.
Los científicos las llaman así: algas de nieve verdes. Y según acaban de saber, se están extendiendo por las costas de la Península Antártica, la lengua de tierra en la parte más septentrional del continente, al sur de Sudamérica.
Un equipo de científicos de la Universidad de Cambridge y el British Antarctic Survey acaba de publicar en la revista Nature Communication el primer mapa a gran escala de estas algas microscópicas que abundan cada vez en la superficie de la nieve. Al derretirse, la planta queda expuesta, y supone una inyección de nutrientes ‘invasores’ que podrá servir de alimento a nuevas especies y modificar todo el ecosistema.
El color que dan a la nieve es tan llamativo que ha podido ser observado desde el espacio. A medida que aumenta el calor, estas algas se multiplican, y establecen vínculos con otras especies vegetales. Es decir, se están asentando.
Se han observado en latitudes muy bajas, cerca de colonias de aves o focas, y se estima que con los años amenazará especialmente las islas pequeñas, como las Islas Orcadas del Sur y Sandwich del Sur, y en Georgia del Sur Subantártica.
El problema, además de la alteración del ecosistema, es que atrapan dióxido de carbono. Cuanto más atrapan, más se acelera el calentamiento: “El calentamiento en la Península Antártica ya ha excedido los 1,5º C sobre las temperaturas preindustriales”, enuncia el estudio.