Los datos preocupantes en el Mar Arábigo se remontan unos 8 siglos atrás. Un proceso llamado desnitrificación –disminución de nitrógeno– ha estado afectando a sus aguas dando lugar a una proliferación de algas que ha jugado en la contra de los peces. El responsable de esta carencia lo encontramos a 3.000 kilómetros de distancia: en el Tíbet.
Concretamente, el problema nace de la disminución constante en la extensión de la cubierta de nieve sobre la región de la meseta Himalaya-Tibetana. Un efecto mariposa que se contagia de la montaña más alta al mar más grande del mundo.
El estudio dirigido por Joaquim I. Goes del Observatorio de la Universidad de Columbia y publicado en la revista científica 'Scientific Reports' ha llegado a esta conclusión a través de experimentos y la observación de décadas de imágenes satelitales de la NASA. Todo surge por una pregunta: ¿Cuál es el origen de la proliferación de 'noctiluca scintillans' en el Mar Arábigo? Se trata de un alga cada vez más abundante en esta parte del Océano Índico.
La especie se caracteriza por su aspecto verde y su olor fuerte y desagradable, y es observable incluso desde el espacio. Tiene un tamaño milimétrico y una capacidad increíble para sobrevivir en casi cualquier condición. A lo largo del tiempo, ha ido reemplazando a las diatomeas, el fitoplancton que históricamente ha dominado el Mar Arábigo y ha supuesto la base alimentaria en sus aguas.
Además de no ser el alimento preferido de las especies que lo habitan, propicia un aumento del amonio en detrimento del oxígeno. Esto no solo perjudica al ecosistema en conjunto, sino que además está arruinando a las pesquerías regiones y a las poblaciones costeras que dependen del mar para vivir.
Un claro indicador de esto son las concentraciones de clorofila, como se muestra a continuación.
Todos los procesos naturales en la Tierra responden a una especie de efecto mariposa. Lo que ocurre aquí afecta allí y viceversa. Así, por ejemplo, cuando los vientos soplan diferente en los polos o el hielo se funde, eso afecta a los océanos, los océanos a la atmósfera y eso acaba teniendo repercusión en regiones del mundo lejanas.
En este caso, la pérdida de nieve en el Himalaya está alterando la capacidad de la cordillera para enfriar la superficie de los océanos durante el invierno. Tradicionalmente, los vientos monzónicos soplaban desde el Tíbet hacia altamar tras acelerarse y recargarse de humedad.
Actualmente, estos vientos son más flojos y más cálidos porque la cubierta de glaciares y nieve ya no es la que era en la meseta Himalaya-Tibetana. Esto hace que, a su llegada al Mar Arábigo, no jueguen el papel que jugaban antiguamente.
Si lo que solía ocurrir era que enfriaban su superficie y provocaban una convección de las aguas profundas, más ricas en nutrientes, lo que ocurre ahora es lo contrario: las capas superiores se fertilizan menos. Resultado: una desventaja para las diatomeas y una floración del alga noctiluca que fastidia el resto de la red alimentaria.
Esto, a largo plazo, "en países subdesarrollados como Somalia y Yemen", concluye el estudio, "que actualmente se enfrentan a los disturbios y la pobreza, y donde la pesca es la principal fuente de proteínas e ingresos, tiene el potencial de exacerbar aún más la agitación socioeconómica de la región".