Julián Muñoz cuenta que conoció a Jesús Gil porque acudió al restaurante que él regentaba en Marbella. Gil dijo que pretendía hacer una reunión con empresarios de la localidad para impulsar la imagen de Marbella, un proyecto muy ambicioso que quería transformar la ciudad. Julián acudió al evento y reconoce que el proyecto le resultó tan fascinante que le entusiasmó. Así “se formó el clan”.
“Ahí mandaban, al principio, tres: José Luis Sierra, que era el cerebro, José Luis Jiménez, la persona de absoluta confianza de Jesús Gil y Jesús Gil”, confiesa Muñoz, que detalla cómo eran aquellas reuniones en las que se preparaban la campaña. Empezaron con muy poco, sin apenas recursos, y con una persona muy vinculada a ellos, Juan Antonio Roca (quien fuera asesor de urbanismo del ayuntamiento desde 1992 hasta 2006, cuando fue detenido).
“Roca era el obedecedor directo de Jesús Gil. No pensemos que porque Gil no firmara era el tonto de la cuadrilla, no. Era el más listo, con diferencia. Lo que pasa es que era cobarde y traidor”. Llegaron las elecciones y el partido liderado por Gil ganó por mayoría absoluta (fue alcalde de Marbella desde el año 1991 hasta el 2002).
Muñoz fue nombrado Concejal de fiestas y participación ciudadana porque “para desgracia de ellos, me tenían como a un tonto, pero yo me enteraba de todo lo que hablaban”. “Los primeros cuatro años fue una parafernalia, pero se transformó la ciudad de verdad. Pero no había ningún duro y lo que hacía este hombre era un show”, además de tener acceso a los medios de comunicación. “No había quien lo parara para cambiar Marbella. Fue buen alcalde los primeros cuatro años. Se hacía querer porque era un populista”.
Pero la avaricia terminó rompiendo el saco y el abuso de poder saltó a los medios de comunicación en mayo de 1991. Julián confiesa que, por aquel entonces, los concejales cobraban 600.000 pesetas (3.600 euros) todos los meses. Cobrábamos 300.000 pesetas en un sobre y 300.000 pesetas en nómina. Jesús Gil, para transformar Marbella, tuvo su propio clan, montó sociedad para tener el control”, revela Muñoz.
Julián habla de “una administración paralela” alegando que “la burocracia era muy lenta” y se llegaron a crear 22 sociedades municipales “con un fin, para que la gestión municipal no fuera lenta”, o al menos eso se suponía, en un principio, que fueron creadas por Sierra. “Estaban Pedro Román, Antonio Sanpietro y Antonio Abril, y eran secretario, presidente y vocal. Luego estos personajes desaparecen de las sociedades municipales y nos meten, que tampoco sé por qué, porque éramos los tontos, a Julián Muñoz, Modesto Perodia y Esteban Guzmán”.
Muñoz confiesa que ellos, allí, pintaban poco. Solo al final de año tenía que firmar las contabilidades cuando le pasaban los papeles. Insiste en que fue engañado y detalla cómo funcionaba todo aquello y cómo se repartían el dinero “entre unos cuantos, entre ellos Jesús Gil”. “¿De dónde cobrábamos los concejales esas 300.000 pesetas en un sobre? De Contratas 2.000”. Pero ¿de dónde salía este dinero? “Del constructor de turno, el que hacía las calles, el que traía las pinturas, el mármol… y de ahí cobrábamos los demás”.
“Nadie, ni promotores, ni Roca, me pueden decir que me han dado ni un céntimo. Mi dinero no viene de Roca, pero sí que he ganado mucho dinero. De diputado del grupo, cinco millones de pesetas al año, de teniente alcalde, más de siete millones, más 400.000 pesetas por ser diputado, 52.000 por presidir 22 sociedades más las asistencias a los plenos. Cuando fui alcalde me subí el sueldo porque ganaba menos que el interventor, el secretario y el tesorero”. También habla de las famosas bolsas de dinero a las que siempre se ha hecho referencia (y que destapó Mayte Zaldívar en 'A tu lado') y a las licencias de urbanismo.
El dinero entraba a espuertas y nadie decía nada… hasta que Gil se topó con la Junta de Andalucía y Manuel Chávez. Muñoz aprovecha para aclarar lo que sucedió: “Gil no repartía con la Junta, es una leyenda urbana, pero creo que es verdad”. Ahí comienzan los problemas y se judicializa el caso. “Lo que antes a los jueces les parecía muy bien, ahora te metían un año”. A Gil lo inhabilitan cuando le piden documentos pero no se les proporciona a la administración.
Las cuentas no son mostradas y cuando se presentan para revisarlas, estas habían desaparecido. “Jesús Gil manda que se reconstruya la contabilidad y ahí es cuando se envía al tribunal de cuentas”, pero esto no coló. El hecho de que una de las personas que llevaba los papeles de Gil se suicide, hace que se acelere el proceso de investigación. Gil es inhabilitado y Muñoz se convierte en alcalde en funciones.
“Él pretendía que la dinámica fuese la misma”, revela Julián, pero es entonces cuando él se revela. Pedía cada mes 150 millones de pesetas, y Muños se enfrentó a él. Decidió abandonar el partido y ocupar la oposición política. Aunque, finalmente, llegaron a un acuerdo para liderar una misma lista. Ganaron por mayoría. Era el año 2003, ya estaba con Isabel Pantoja “y ya ahí me creía Dios”.
“Lo primero que hice fue reunirme con el tesorero, el secretario y el interventor del ayuntamiento y les dije que nadie podía ganar más que el alcalde”, confiesa Muñoz, que reconoce que ahí firmó su sentencia de muerte. Ahí empezaron los problemas para Julián, pues en cuestión de meses le hicieron una moción de censura, promovida por Roca y Gil: “Lo hizo Gil para seguir ejerciendo de alcalde” y reconoce que se quitó un gran peso de encima.
En septiembre de 2010, comienza el juicio por el Caso Malaya, con 95 imputados, considerado el mayor caso de corrupción de la historia de España. Duró más de dos años. El tren de vida de algunos, “las idas de olla de Mayte Zaldívar con las bolsas de basura, el follón de Gil y Muñoz en ‘Salsa Rosa’ y el movimiento mediático de Julián con la Pantoja, propiciaron esta investigación.
Roca fue el primer detenido en el año 2006. Más tarde le tocó el turno a Julián por “presenta corrupción urbanística”. Unos lloraban, otros pactaban y Julián confiesa que “alucinaba”. “Yo me enteré más de lo que era cada quien que siendo alcalde”, añade. “Cuando dictan sentencia, estoy de acuerdo, pero la pena de banquillo es durísimo, más si es televisada”, cuenta Julián, que reconoce sentirse arrepentido.