Aunque le concedieron el tercer grado, Julián Muñoz no pudo evitar pasar cinco años en la cárcel, donde llegó a coincidir con Mayte Zaldívar (su exmujer fue condenada por blanqueo de capitales y él, por eso mismo y por el Caso Malaya). Cuenta que no podían hablar, pero que todos los días él la saludaba desde el patio y se comunicaban a través de señas. Pero ¿cómo era el día a día en prisión?
Julián habla de cómo se hacía el recuento mañanero y que en Alhaurín de la Torre había agua caliente, pero en Jaén no: “A seis, siete, ocho grados bajo cero… imagínate”. “Se come muy mal en la cárcel, nos vendan las películas que nos quieran vender”, añade, y lee algunos de las páginas que escribió por aquel entonces en su diario.
Cómo dormía, cómo empezó a rezar, cómo se entretenía escribiendo, qué leía para informarse de su situación penitenciaria y entender “por qué estaba en la cárcel”. Cuenta, además, cómo descubrió que había sufrido un ictus y, a partir de ese momento, “comenzó mi lucha porque me dije, yo no me voy a morir en la cárcel”.
Fue así como consiguió el tercer grado en el año 2016. Actualmente, Julián Muñoz reconoce que pone en valor a su familia y todo lo mal que se portó con ella, sobre todo con sus hijas: “Dejé a mis hijas tiradas”, se lamenta. “Me gustaría volver al año 2012 y ejercer de padre y de abuelo”. Se emociona al hablar de este tema.