En la mente de todo el mundo está el esperadísimo abrazo que se produjo alrededor de la una de la madrugada entre Kiko Rivera e Isabel Pantoja, un abrazo eterno en el que ambos compartían el dolor de haber perdido a una madre y a una abuela que era “mucho más que una abuela”. Doña Ana nos decía adiós y dejaba a una familia rota de dolor.
Con sus nietos viajando a toda velocidad desde la isla de La Graciosa en la que en tan solo unas horas contraerá matrimonio Anabel Pantoja y su hija Isabel Pantoja sin poder salir de Cantora, los restos mortales de doña Ana fueron desplazados hasta el tanatorio de Jerez, en compañía de su hijo Agustín y en el que se encontraba su hijo Bernardo.
Familiares y amigos se despedían de la fallecida minutos antes de que fuera incinerada. Llamaba la atención la repentina desaparición de Agustín, quién no se cruzó en ningún momento con su hermano y que solo fue visto a la salida del tanatorio, ya con las cenizas de su madre en las manos.
Esto sucedía alrededor de las once de la noche y tan solo dos horas después, Kiko Rivera, su hermana y su prima, entraban en Cantora. Visiblemente abatidos y tras más de 9 horas de viaje, regresaban a su casa para poder abrazar a una Isabel Pantoja, imaginamos que rota de dolor tras la pérdida de su ser más querido, su madre.
Son numerosas las ocasiones en las que Kiko Rivera ha mostrado públicamente el amor que le procesa a su abuela doña Ana y ha explicado que para él era su segunda madre.