Esta es la historia de un padre y muchos hijos que no se conocen. La de Sofía comienza en Caracas, en el año 1978, lugar donde vive con su madre, su padre y su hermana pequeña.
Sofía pasa la mayor parte del tiempo con su tía Carolina, la hermana de su madre, algo que realmente prefiere porque la situación en su casa no es precisamente agradable: su madre pasa prácticamente todo el día llorando encerrada en su habitación y su padre casi no le hace ni casa, solo tiene tiempo y atención para su hermana pequeña.
Todo da un giro de 180 grados cuando durante una tarde de verano Sofía escucha un comentario de una de sus primas que le hiela la sangre: “Sofía se salvó con su nariz porque no es hija de mi tío”. En ese mismo instante empieza a cobrar sentido por qué ella es diferente al resto de miembros de su familia.
Aunque su abuela y su tía la consuelan, a partir de ese momento el objetivo de Sofía será el de encontrar a ese desconocido español llamado Manuel del que no sabe apenas nada. Con la ayuda de un detective, Sofía logró encontrar a su padre biológico, quien le explica que fue su madre quien les apartó. Sofía comienza una vida con ese nuevo padre que no puede ser mejor y con el que mantiene una estupenda relación.
Todo parece ir bien cuando se da cuenta de que su tarjeta de residencia de España está a punto de caducar. Cuando Sofía intenta ponerse los apellidos de Manuel, su madre le pide que le deje en paz: “Deja ya a Manuel, él no es tu padre, tu padre está muy cerca de donde vives, se llama Julio”.
Tras mucho esfuerzo, Sofía consigue encontrar a Julio a través de las redes sociales y, tras casi un año de intercambio de mensajes, la venezolana consigue encontrarse cara a cara con su padre biológico. El encuentro no fue el esperado, pero junto a Julio Sofía ve a dos personas de las que no sabía nada: dos niños. Ahora Sofía quiere tener eso que siempre soñó: relación con sus hermanos. Sofía ha recibido en ‘Hay una cosa que te quiero decir’ una sorpresa que no esperaba…