La vida de Ana Garrido dio un giro de 180 grados cuando plantó cara a la corrupción. Antes de eso, comenta que era "superfeliz" trabajando en el Ayuntamiento de Boadilla del Monte gracias a sus condiciones laborales. Tenía un buen sueldo y horario. Una vida que le permitía también tener un gran disfrute en su tiempo de ocio.
Pero al denunciar la corrupción, perdió todo "menos la dignidad", expresaba a las puertas del lugar donde había trabajado tanto tiempo. Aún con todo, Ana lo tiene claro: volvería a hacerlo.
Ana trabajaba en el área de juventud del ayuntamiento haciendo contrataciones públicas cuando empezó a recibir "determinadas directrices y presiones para hacer pliegos de condiciones a medida", relataba. "El campeón tiene que ser tal empresa'. Y yo me negaba a hacer esas prácticas que desde mi punto de vista son delictivas. Cuando ellos vieron que no entraba por el aro fue cuando empezó la presión y el acoso", explicaba.
Ana sufrió acoso laboral durante el mandato del alcalde Arturo González Panero, hoy imputado por la trama Gürtel. Las presiones comenzaron en 2008 y continúan hasta hoy, más de diez años después. En su momento fue degradada laboralmente y aislada por compañeros y jefes en su lugar de trabajo: "Sufrir acoso laboral es morirte en vida". A raíz de ese acoso, Ana sufrió una depresión.
Gracias a la recomendación de una abogada de que grabase esas conversaciones (permitidas en un juicio si se trata de acoso laboral y de violencia de género) donde se la intimidaba, Ana pudo demostrar el moving que estaba sufriendo. Aunque no se libró de una gran decepción: ver cómo sus compañeros y algunos mejores amigos desfilaban por el juicio con una única versión para dejarla mal.
"Pero siempre he sido así, no he sido de mirar a otro lado", explicaba Ana. Después de renunciar a volver al trabajo, comenzó una investigación para demostrar que el alcalde del ayuntamiento era corrupto. De ahí, acabó destapando la trama Gürtel, una corrupción a nivel nacional que implicaba al Partido Popular.
"Me pasé un año investigando, me ponía desde las ocho de la mañana a cruzar datos y elaboré un dossier de 300 páginas y entonces me di cuenta de que no estaba ante una trama de corrupción que solo implicaba a mi ayuntamiento. Había implicados otra serie de políticos del Partido Popular de otros municipios. Sabía que estaba denunciando algo gordo pero no me imaginaba que fuera una red de corrupción a nivel nacional en la que estaba implicado prácticamente un partido entero", detallaba.
Ana decidió entonces preservar su integridad queriendo denunciar anónimamente ante la Fiscalía Anticorrupción. Sin embargo, comenzó un nuevo tormento al verse sometida a una campaña de desprestigio.
"Me hablaron de un sindicato que protegía a demandantes de corrupción y cometí el mayor error de mi vida porque el sindicato era Manos Limpias. Yo en ese momento ni sabía quién era Bernad ni Manos Limpias. Se comprometió a llevarlo a la Fiscalía Anticorrupción. De repente empezó a saltar a los medios de comunicación que había un dossier que se había entregado y comienzan las detenciones y los registros.
Me llama una periodista de 'El Mundo' y yo creí morirme. Pensé que me habían puesto en manos de mi verdugo", recordaba.
Estos años Ana no solo ha tenido que afrontar psicológicamente toda la situación, sino que ha reconocido que ha temido por su vida: "Sí he tenido miedo por mi integridad física. Me reventaron las cerraduras de mi coche en tres ocasiones, me han intentado echar de la carretera a la cuneta, he recibido amenazas de muerte... Merece la pena porque es algo en lo que yo creo pero no fui consciente de las consecuencias que me iba a traer durante tanto tiempo".
Toda la estabilidad laboral y económica que tenía Ana después de aprobar dos oposiciones se desvaneció al luchar por sus ideales. Pasó entonces a alquilar su casa para poder pagar la hipoteca y tras vivir una temporada con unos amigos okupó una casa.
Al mismo tiempo le estaban dando premios por su investigación contra la corrupción. Pero la realidad es que los premios no le daban de comer. Ana se buscó la vida vendiendo sus cosas en un mercadillo hasta que descubrió el mundo de la bisutería, de lo que lleva viviendo los últimos años.
Sin embargo su lucha no cesa y junto con otras denunciantes están trabajando para que se apruebe una ley de protección al denunciante anticorrupción. Afortunadamente en 2019 la Unión Europea aprobó una directriz en ese sentido, así que España deberá aplicarla. Pero todos los denunciantes saben que aún hay mucho que trabajar, por eso Ana se dedica a asesorar a quienes, como ella, han visto su vida afectada por hacer lo correcto.