Para la mayoría de los países del primer mundo el gesto de abrir el grifo y tomar un vaso de agua es un acto tan cotidiano y simple que no somos conscientes de lo que esto supone y de darle el valor que tiene. Sin embargo, frente a esto, debemos conocer que una quinta parte de toda la población mundial sufre por la escasez de agua. Así lo indican los informes de esta última década de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Por eso, "Garantizar el acceso al agua potable y saneamiento a toda la población" es el objetivo número seis de los denominados "Objetivos de Desarrollo Sostenible" del Programa de las Naciones Unidas.
Para centrarnos en nuestro país, España es uno de los países más secos de Europa y uno de los más expuestos al estrés hídrico extremo. El país registra una media anual de precipitaciones de 636 milímetros y usa casi la mitad del agua dulce de la que dispone, de ahí que sea extremadamente vulnerable a fluctuaciones como la sequía.
A medida que el clima español se vuelve más cálido y seco, como ocurre en las zonas del sur, la conservación del agua es crucial, tanto por parte de organismos institucionales como de las personas. Hace décadas que se viene estudiando un fenómeno inalienable en todo el sureste y levante de la península ibérica: la desertificación y las consecuencias de su impacto en las personas que viven en estas zonas. Entre los expertos que debaten este tema no hay duda: por supuesto que existe un factor climatológico, pero también hay un factor humano importante en la pérdida de agua.
El cambio climático es un factor decisivo. Ligado a este cambio, sin duda, los acontecimientos climatológicos serán cada vez más extremos. Por ejemplo, las lluvias: ya lo estamos viendo, cada vez son más repentinas y violentas. Esto puede parecer paradójico, pero se traduce en una pérdida hídrica por la dificultad que tiene el agua de filtrarse y llegar a los acuíferos. En definitiva, esta agua de lluvia se pierde en el mar junto a muchos sedimentos que arrastra a su paso, incrementando así la pérdida hídrica a la larga.
Por otro lado, el factor humano también tiene un impacto directo en la problemática de la escasez de agua potable. Debemos tener en cuenta que la falta de agua es un problema transversal que afecta a todos los ámbitos de nuestra vida. Sin su abastecimiento, las consecuencias socioeconómicas pueden ser devastadoras, ya que el agua es necesaria para el desarrollo de la economía y la sociedad en todos los entornos.
Si nos remontamos a un siglo atrás, podemos observar el incremento en la esperanza de vida. En 1900 la esperanza de vida en España se situaba en torno a los 35 años de media y ahora sobrepasamos los ochenta. Este incremento se debe a muchos factores, pero sin lugar a duda, uno de ellos es el agua potable y el saneamiento. Quizá no seamos conscientes de la importancia de disponer de agua potable solo con abrir un grifo, pero poder tenerla es uno de los grandes avances sociales que hemos conseguido en los últimos años y esto ahora está en peligro con lo que eso puede conllevar.
El futuro es poco esperanzador, pero al menos todavía estamos a tiempo si nos concienciamos de ello y cambiamos algunos hábitos en nuestro día a día para intentar reducir al máximo las consecuencias de esta situación.
Estos son algunos de los hábitos que podemos cambiar en nuestras rutinas diarias:
Se trata de pequeños gestos responsables que pueden ayudarnos a preservar el agua del mañana y de las futuras generaciones, un suministro tan importante para el desarrollo de nuestras vidas. #PorUnFuturoconAgua.