Rocío Jurado se enfrentaba con entereza y coraje a su lucha contra el cáncer de páncreas que le diagnosticaron en 2004. La más grande luchó contra viento y marea por su vida durante dos años, siempre acompañada de su hija Rocío y su marido, hasta que el 1 de junio de 2006, la chipionera fallecía en su casa de La Moraleja.
Fue su propio hermano, Amador Mohedano, el que ante los medios dio la tan terrible noticia que tenía en vela a toda la prensa: "ha muerto como ella quería, rodeada de los suyos, de su familia, de sus hijos", confirmaba roto de dolor.
Los chipioneros se volcaron con los homenajes a su cantante favorita desde el momento en el que Rocío dejaba este mundo. La pared blanca de la casa de la cantante se llenó de mensajes de despedida y apoyo a la familia.
El primer homenaje a Rocío Jurado se rindió en el Centro Cultural de la Villa de Madrid, donde se instaló la capilla ardiente por la que pasaron unas 22.000 personas. Tras el homenaje en la capital, la familia puso rumbo con dirección Chipiona con los restos mortales de la cantante, donde se instaló la capilla ardiente en el Santuario Nuestra Señora de Regla. Daba comienzo uno de los velatorios más multitudinarios y emotivos de todos los tiempos vividos en el país.
Más de 5.000 personas esperaban la llegada el féretro de la más grande en Chipiona. A pesar de que su entrada en la capilla se produjo de madrugada, sus paisanos le rindieron el homenaje que se merecía pasada la media noche, protagonizando uno de los tres momentos más emotivos de la despedida a Rocío Jurado.
Los costaleros de la Virgen de Regla fueron los encargados de portear el ataúd a ritmo de procesión antes de depositarlo en la capilla ardiente, que abría sus puertas a las 01:15 y por la que pasaron en cuestión de tres horas más de diez mil personas.
El cuerpo de la cantante fue velado toda la noche. A las diez de la mañana, la familia decidió quedarse un rato a solas con Rocío antes del funeral, momento en el que celebraron una misa cantada por el coro de la Virgen de la Escalera de Rota.
El féretro salió del Santuario entre los aplausos de los asistentes y gritos de "te queremos" y "Rocío, guapa". Los costaleros de la Virgen de Regla, que la noche anterior habían dejado a Rocío en su Capilla Ardiente, iban acompañados de un visiblemente afectado Ortega Cano, que protagonizó la segunda imagen para el recuerdo del funeral de su mujer.
A hombros cargaron el féretro de Rocío hasta su casa, para despedirse de su hogar. El recorrido fue muy emotivo, repleto de aplausos, flores y cantos en cada una de las esquinas de Chipiona. Rocío Jurado no se merecía otra despedida.
Uno de los momentos más esperados y dolorosos fue la aparición de una destrozada Rocío Carrasco, hija de la fallecía, que lloraba a la cantante como madre y no como artista. Rocío Carrasco, con tan solo 29 años, perdía a su madre cinco años después de la muerte de su padre, Pedro Carrasco, y protagonizaba el tercer momento para el recuerdo de la despedida a su madre.
El obispo de Jerez, Juan del Río, quien ofició el funeral acompañado por la polifonía del Orfeón Virgen de la Escalera de Rota (Cádiz), comentaba a los asistentes "se ha quebrado la voz de España y de Andalucía, pero ha nacido el silencio sonoro". Monseñor del Río se dirigía a los familiares de la cantante diciendo: "Sólo tenemos una palabra de consuelo, confiad en Dios, en ese Dios que ella proclamó no sólo con la palabra sino también haciendo tanto bien aquí en Chipiona y en otros sitios". Al inicio de la misa, los marismeños interpretaron una salve rociera.
Además de los miles de chipioneros, gaditanos y admiradores que acompañaron a la familia de la cantante, amigos y artistas, como Julio Iglesias e Isabel Pantoja, políticos como el presidente andaluz, Manuel Chaves, el líder del PP andaluz, Javier Arenas, la ministra Magdalena Álvarez en representación del Gobierno, y el delegado del Gobierno en Andalucía, Juan José López Garzón también quisieron acercarse.
El entierro se vivió en la intimidad, aunque cuando la familia abandonó el camposanto en medio de gritos de ánimo y aplausos, centenares de personas tomaron el cementerio para sepultar el panteón bajo una montaña de flores.