Francisco Javier Arona se dedica a la construcción y tardó tres años en poner en pie una de las casas de las que más se ha hablado desde que la DANA arrasó la localidad de Torrent (Valencia), la de los niños Rubén, de 5 años, e Izan, de 3, desaparecidos. "Esto era un paraíso", asegura a EFE.
Ocho días después de la tragedia, y mientras continúa el dispositivo de búsqueda de los pequeños, Javi mira cómo ha quedado el lugar, donde un arco en el patio es lo único que conserva los adornos de ánforas y estrellas de barro que incrustó también en las paredes cuando abordó el proyecto.
"Me he dedicado siempre a la construcción y la compré para casarme con mi mujer. La fui reformando poco a poco para hacerla tipo colonial, era muy bonita", asegura antes de detallar que, tras su divorcio, su pareja la vendió al padre de los pequeños, que "aquí eran muy felices", afirma.
Javi precisa que la zona era para esta familia "como un refugio", porque los niños podían jugar en la calle, que no tiene salida al tráfico, y que allí se sentían protegidos. "Nunca en la vida pensamos que esto podría ocurrir", lamenta al hablar de Rubén e Izan, "dos nenes preciosos" en cuya búsqueda siguen colaborando los vecinos.
"Aquí el vecindario somos todos, cualquier cosa que le pasa a uno nos pasa a todos", indica antes de añadir que el pasado martes fue "trágico" porque el padre de los niños decidió cerrar su negocio en Torrent e "irse a estar tranquilo con sus hijos en casa" ante la llegada de la lluvia.
Fue uno de los primeros en atender al hombre, amigo suyo personal, que apareció con los brazos "ensangrentados" después de pasar horas agarrado a un árbol y que estaba "en shock", algo que corrobora Luisa, otra vecina cuyo hijo al volante de su todoterreno lleva desde el miércoles buscando a los pequeños.
"Él le ayudó a salir del agua y lo consoló", explica la mujer, que asegura que hay más vecinos desaparecidos y cree que no se están dando las cifras reales de víctimas, además de preguntarse por qué no se emplean más medios, como helicópteros, en el dispositivo.
Los vecinos explican que la madre de los pequeños no había podido llegar hasta la casa durante la tarde del martes y que cuando consiguió contactar con ellos en un primer momento no le trasladaron la gravedad de la situación.
Estos días, junto a Rubén e Izan, buscan a personas de otros municipios que hayan podido desaparecer por la zona y colaboran también en recoger y distribuir ayuda humanitaria. "Vamos a llevar ropa al otro extremo del barrio", explica Luisa antes de subirse en el coche con su hijo y continuar con su labor.
Junto a la casa de Rubén e Izan un gran descampado era hasta el día de la dana un "aparcamiento perfecto", cuenta a EFE su dueño, que prefiere no dar su nombre y desmiente que uno de los camiones allí aparcados golpeara contra la pared de la vivienda y la derribara.
"Fue la fuerza del agua", relata el hombre, que afirma que "si hubiera sido un camión, todavía estaría encima de la casa" y recuerda que la altura del agua llegó al metro y medio. "Lo de los niños es un castigo, es horroroso", lamenta.
Desde hace ocho días se afana en limpiar en lo posible la instalación que, además de numerosos vehículos, ahora apiñados unos encima de otros como el agua los dejó, acoge varios trasteros con pertenencias personales de los clientes que también se han echado a perder.
Calcula en unos 250.000 euros los daños causados por el temporal en esta propiedad, que contaba con puertas automáticas, cámaras e iluminación que han quedado arrasadas, algo de lo que da fe, entre otros, un enorme tráiler naranja que ha recorrido unos 500 metros empujado por la riada, desde la entrada hasta el final del aparcamiento en superficie.
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