El buque oceanográfico 'Ángeles Alvariño' continúa realizando barridos del fondo marino al sudeste de Santa Cruz de Tenerife, frente a Hoya Fría, dentro del dispositivo de búsqueda de las niñas Anna y Olivia, desaparecidas hace más de un mes junto a su padre, Tomás Gimeno.
Al principio de la investigación, medios de la Guardia Civil, Salvamento Marítimo y el Grupo de Emergencias y Salvamento, rastreaban varias zonas por mar, tierra y aire, pero ahora la búsqueda se está centrando en el fondo marino frente a la zona de Hoya Fría.
Las labores de búsqueda en esta zona están resultando muy complicadas, según fuentes de la investigación consultadas por Efe, pues el terreno es rocoso y lleno de precipicios.
La previsión inicial es que la búsqueda dure entre ocho y nueve días de forma ininterrumpida las 24 horas.
Por el momento, se centra en un área de unas diez millas cuadradas, frente al litoral de Santa Cruz de Tenerife, que el buque del Instituto Español de Oceanografía viene rastreando desde el pasado domingo.
La zona, acordada por Guardia Civil y personal del buque, es la delimitada por el geoposicionamiento del móvil del padre de las niñas, Tomás Antonio G.C., quien se hizo a la mar en dos ocasiones en la noche del 27 de abril, cuando se le perdió el rastro.
Desde el minuto uno, la Guardia Civil calificó de alto riesgo esta desaparición y desde entonces no ha parado de buscar por tierra, mar y aire a las pequeñas Olivia y Anna, de seis y un año.
En todo este tiempo se han mantenido abiertas varias hipótesis, desde el secuestro y fuga -de ahí que el juzgado que instruye la causa dictara una orden de búsqueda internacional- hasta un parricidio.
La investigación es una de las más complejas a las que se ha tenido que enfrentar en los últimos años la unidad central operativa (UCO) de la Guardia Civil, que intervino en la resolución de los casos de Diana Quer, Asunta Basterra o Gabriel Cruz.
No tanto por el tiempo transcurrido, que ha sido interminable para la madre de las niñas, que pese a la angustia y la incertidumbre no pierde la esperanza de volver a abrazarlas, sino por la complicación que implica buscar pistas en la inmensidad del océano, que es donde se le perdió el rastro al padre.
Apenas han trascendido detalles de las pesquisas -el juzgado mantiene el secreto de sumario-, y lo que se sabe es que ni en la vivienda ni en la finca de Igueste de Candelaria, como tampoco en la lancha ni en el coche de Tomás, encontraron los perros de la Guardia Civil pruebas concluyentes.
Ahora las esperanzas en que la investigación no acabe encallando están depositadas en el sonar y el robot submarino para rastrear el fondo del mar frente a la costa sureste de Tenerife.
Una labor que es de gran complejidad, dada la profundidad del mar en esa zona, de que se trata de suelo volcánico y, por ende, irregular, y por la amplitud del área a analizar, siguiendo el recorrido que Tomás realizó en su primera incursión al mar en aquella fatídica noche del 27 al 28 de abril.