La guardia civil vuelve con perros especialistas en detectar el olor de un cadáver al lugar donde creen que Tomás pudo matar a sus hijas asfixiándolas. Llevan dos perros que podrían llegar a distinguir ese olor y el de fluidos que se producen tras la muerte. También el de la saliva si fueron dormidas con somníferos podrán distinguirlo. Pero es muy complicado porque la casa de Tomás está totalmente desordenada, “es un desastre de suciedad y desorden”.
De hecho lo único que destaca en esa vivienda es el rollo de bolsas de basura grandes que presuntamente Tomás compró para trasladar los cuerpos y los enseres que se llevó. Y también juega en contra de la capacidad de detección de los canes el hecho de que, según esa hipótesis, habrían estado poco tiempo fallecidas en la vivienda.
Según la hipótesis de los investigadores, las niñas estaban vivas a las 20 horas y antes de las 21 horas tendrían que haber sido asesinadas para que su padre tuviera tiempo de salir de la casa porque llegó la madre de las pequeñas y ya no había nadie. Fue en ese momento cuando la Beatriz llamó a Tomás y él ganó tiempo diciendo que estaban cenando fuera de casa y se las llevaría de vuelta. Tomás estaba de camino al puerto, creen los investigadores que llevaba los cuerpos envueltos en bolsas de basura y metidos en los petates de neopreno que las cámaras del pantalán captaron en uno de los tres viajes que hizo del coche a la lancha. También el traslado en el coche fue demasiado rápido en el maletero como para encontrar vestigios. Pero lo van a intentar los perros. Igual que en la lancha también entrarán para ver si marcan el rastro de las pequeñas.
Se llaman Junco y Bill, un perro de aguas y un pastor belga que llevan poco tiempo pero que ya han estado en los registros de Marta Calvo, descuartizada en Valencia. Los perros también están trabajando en la parcela. Pero en el terreno de 2.000 metros cuadrados ya excavaron en zonas de tierra removida, por eso no creen que los cuerpos estén ahí.
La hipótesis que en la última semana domina la investigación es la de que las niñas fueron asesinadas y arrojadas al mar, lastradas quizá con el ancla tal y como ya avanzó informativos Telecinco. Los expertos creen que tuvo que poner más peso que un ancla y podría haber metido plomos o piedras que también llevaba, y pudo atar todos los bultos al ancla y dejarlo caer al fondo. Luego él no necesitaba el ancla para llegar otra vez a puerto y volver a salir, y en el caso de que se suicidara después tampoco.
Aunque sí tuvo que lastrarse para conseguirlo. La posibilidad de que se fugara en otro barco se ha diluido tras el rastreo del duplicado de su tarjeta del móvil, y en el estudio de los enganches a las antenas. Tomás no paró de hablar por teléfono y enviar mensajes, y el vector de la antena que le dio cobertura está perfectamente definido por eso pueden decir que no había otros teléfonos alrededor. El estudio de las mareas, corrientes y vientos también ayudó a saber en qué punto quedó la barca a la deriva y la conclusión resultó ser la misma. No encuentran barco que estuviera cerca de la zona donde Tomás paró en el mar, las dos veces, con sus hijas, o solo.
Las declaraciones de las últimos testigos que los vieron son claves también. El vigilante abrió la barrera a Tomás Gimeno cuando llegó al puerto a las 21:28 el martes. "Controlamos a quien entra y lo vi llegar. Estoy seguro de que las niñas no iban en el coche". Miró los asientos. No estaban las niñas. Está seguro. Luego le volvió a ver. Estaba haciendo rondas por la dársena y vio a Tomás cargar su barca. "Llevaba dos bolsas grandes de basura y una mochila. Una de las bolsas estaba en la lancha cuando la recuperó la Guardia Civil".
Pero el vigilante lo que no sabe es si Tomás las llevaba muertas en el maletero. La cámara del puerto lo grabó tres veces, tres viajes con bultos. A través de las imágenes, el capitán del puerto creyó ver dos bolsas tipo petate militar, una maleta, una mochila, y ropa, bultos. Todo eso no lo vio el vigilante. Poco después Tomás zarpó pero "regresó nervioso a las 23:30. Buscaba un cargador en el coche y tuvo que comprarlo". Tomás se topó con el servicio marítimo de la Guardia Civil por el toque de queda. Le multaron y levantaron una denuncia en el mismo puerto. Lo extraño habría sido que aún llevara a las pequeñas en la barca. Se fue a comprar un cargador a una gasolinera. Cargó el móvil y a las 00:10 se marchó. Para qué necesitaba el cargador. Los agentes le dan vueltas a este nerviosismo de Tomás. Alguien que ha matado a sus hijas y se va a suicidar no necesita el cargador. Utilizó el móvil para despedirse de sus amigos y luego contestó a su exmujer a la 1.30. Hablaron 20 minutos y le dijo que se marchaban lejos. Fue la última que contestó.
Sobre las 21:00 horas, la madre le había hecho la primera llamada. Tomás le engañó para ganar tiempo diciéndole que estaban cenando por ahí. Pero a las 21:59 viendo que las niñas no llegaban con Tomás, Beatriz le volvió a llamar. Fue la primera vez que él verbalizó que “se iba a encargar bien de las niñas y que no iba a saber más de ellos”. Beatriz asustada fue al cuartel de la Guardia Civil de Radazul. Intentó denunciar. En el patio del cuartel hizo dos llamadas más, a las 22:30 y 22:40. Tomás se mantuvo en que no los iba a volver a ver. Beatriz quiso poner una denuncia, pero los guardias estaban instruyendo otras diligencias por una presunta agresión sexual. Cuando le hicieron caso llamaron incluso a Tomás. Ya no contestaba. Le dijeron a Beatriz que al no tener reguladas las visitas no podían considerarlo un secuestro parental. No llamaron al puerto donde ya sabían que Tomás había salido en barco, sin las niñas aparentemente, y donde la Guardia Civil lo sorprendió a las 23.10 cuando regresó y lo multó. Tomás se volvería a marchar con sus secreto pasada la media noche.
Tomás estaba obsesionado con la nueva pareja de sus exmujer, un belga dueño de unas bodegas en las que Beatriz trabaja de apoderada. Tomás no quería que sus hijas vivieran con ese hombre. De hecho tenían sus más y su menos sobre el cuidado de sus hijas. Eso provocó la discusión y las amenazas de diciembre a su exmujer. Tomás abordó a la pareja en un bar cercano a las bodegas de Eric. Los testigos vieron como agredía al novio de su exmujer y como ella intentaba separarlos y acababa arrastrada por el suelo. Esta obsesión hace pensar al entorno que Tomás se quería llevar a sus hijas lejos. Es lo que le dijo a Beatriz en la última llamada que respondió a las 1.30 de la mañana desde el mar. La última. “Nos vamos lejos” le dijo. La madre de las pequeñas piensa por ese motivo que están vivas con su padre.