Un nuevo caso de violencia vicaria en las últimas horas eleva a cinco los niños asesinados este año por sus propios padres. Es la peor venganza orquestada contra una mujer, madre tras romper la relación sentimental. Ellos eligen la destrucción y el odio, aunque implique matar a sus hijos.
No hay un perfil determinado para definirlos: Son de edades diversas, profesiones o nivel socioeconómico diferentes. Los caracteriza la crueldad con la que actúan. Son hombres que llevan al extremo la violencia de género. Uno de los últimos y peores ejemplos de esta forma extrema de maltrato, Tomás Gimeno que acosaba a su exmujer, que lo dejó y en un último acto de resentimiento le prometió que no volvería a ver a sus dos hijas en común.
Lo cumplió y mató a Olivia y Anna, una un bebé de un año y la otra de seis. Las hundió en el mar y también a sí mismo, como apuntan las investigaciones, porque para infligir dolor son capaces de todo, también de morir ellos.
La similitud con el presunto parricidio de Barcelona no es casualidad, sino aprendizaje, dicen los expertos, desde que José Bretón asesinó a sus dos hijos para destruir a su exmujer otros padres-maridos-monstruos han copiado el guión del odio.
En España la violencia vicaria es violencia de género, y la sufren casi dos millones de menores. El código penal contempla para sus asesinos la prisión permanente revisable. Las víctimas: Isabel, Mohamed, Olivia, Anna y ahora el pequeño de casi tres años asesinado presuntamente por su padre.
Desde 2013 otros 37 niños y niñas han sido asesinados por sus padres muchas veces junto a sus madres.