La iluminación es un factor clave dentro de la decoración de cualquier espacio y, sin embargo, muchas veces no le damos el valor que se merece. De hecho, cualquier proyecto de interiorismo que se precie tendrá muy en cuenta este área a la hora de dar forma a cada estancia, ya que de ello dependerá en gran medida que nos sintamos cómodos en ella y que podamos darle el uso para el que está destinada de forma cómoda y natural. ¿Cómo elegir la iluminación de casa? ¿Qué tipos de iluminación existen y cómo aplicarlos a cada habitación? También hay que tener en cuenta los trucos para ahorrar
En un escenario ideal (una vivienda proyectada por nosotros mismos, en la que podamos decidir cómo y dónde colocar los puntos de luz), será muy importante pensar previamente qué uso vamos a dar a cada espacio, dónde vamos a colocar los muebles principales, valorar si queremos dar protagonismo especial a alguna pieza (por ejemplo, un buen cuadro). También si acabamos de mudarnos y vamos a revisar la electricidad de la vivienda, puede ser un gran momento para aprovechar esta inversión y colocar nuevos puntos de luz donde sea necesario, eliminar los que no nos interesen, etc.
La clave está en tener claro que cada estancia requiere distintas formas de iluminar. También que nuestros gustos personales son clave y que no hay nada mejor que personalizar nuestro diseño hasta el mínimo detalle, siempre que tengamos claro lo que queremos y dónde lo queremos. Por ejemplo, puede que tengas una lámpara a la que quieras dar un gran protagonismo y que ya tengas pensado cuál será el enclave ideal para colocarla.
Además, conviene tener en cuenta que la teoría nos habla de tres tipos de iluminación:
Con estos puntos de partida genéricos, llega el momento de jugar: hay quien prefiere un salón con una única luz general (bien una única lámpara, bien distintos focos repartidos por la estancia) que aporte una gran cantidad de luz en toda la estancia, así como quien pocas veces usa este tipo de iluminación y, sin embargo, tiende a encender pequeñas luces puntuales colocadas en lugares estratégicos que satisfagan necesidades concretas. Por ejemplo, una lámpara flexible cerca del lugar en el que solemos leer; un punto de luz que ilumine una zona con plantas, cuadros u otras piezas decorativas, iluminación en estanterías...
En cuanto a los dormitorios, se trata de espacios de descanso, algo similar a lo que ocurre con el salón, por lo que suele funcionar bien crear puntos de luz en la zona de la cama para poder leer o ten una luz suave e indirecta cerca de nosotros, y dejaremos la iluminación general para momentos en que la necesitemos (a la hora de vestirnos, de limpiar el cuarto...) También es frecuente instalar iluminación en el interior de los armarios, algo muy cómodo si queremos mantener una iluminación indirecta en todo momento.
Caso aparte es el de la cocina: normalmente necesitaremos una luz más potente para poder trabajar en ella, ya que nos moveremos por el espacio realizando distintas tareas y, de lo contrario, es posible que tengamos que forzar la vista. En estos casos, se dice que es mejor utilizar apliques de techo que repartan la luz por toda la superficie, así como iluminación puntual en muebles y otras técnicas similares para asegurarnos de tener luz exactamente donde la necesitemos.
Espacios de trabajo como un despacho o un taller también requieren contar con una buena iluminación que se centre en el escritorio, mesa de trabajo o similar, independientemente de que podamos añadir lámparas como puntos de luz puntual que podamos mover a nuestro antojo.
En cuanto al baño, nada peor que una luz blanca en un espacio de tanta intimidad. En contra de lo que suele ocurrir, las luces relativamente suaves funcionan muy bien en este tipo de espacio, sin olvidar el protagonismo del área del lavabo o tocador, que debe permitirnos ver bien, pero sin ver demasiado.
Por ultimo, no hay que olvidar que nada sustituirá nunca la calidad y calidez de la luz natural: siempre que sea posible, acude a ella y déjala entrar (filtrándola cuando sea necesario). Además de resultar más agradable a la vista, ahorrarás luz, algo que el planeta (y tu bolsillo) te agradecerán.
Además, a la hora de elegir lámparas y bombillas, analiza tus usos y tus gustos: dedica un tiempo a pensar en si prefieres la luz cálida o la luz blanca, si te es más agradable una luz filtrada o si no te importa rodearte de bombillas desnudas o poco cubiertas, si te gustaría poder graduar la luz por ti mismo o manejarla a distancia... En general, una luz cálida y tenue aportará mayor tranquilidad y paz a cualquier estancia, mientras que la luz blanca puede resultar más dura y fría.