Desde el pasado 1 de septiembre de 2018 no es posible fabricar ni vender (mas allá de las que ya existieran en stock) bombillas halógenas en Europa, un decisión que tiene que ver con motivos medioambientales: las luces LED, principal alternativa a la tecnología anterior, consumen una quinta parte con respecto a sus predecesoras y, además, pueden durar hasta 50.000 horas, frente a las 2.000 o 5.000 de las bombillas halógenas. Por eso, si aún no lo has hecho, toca dar el paso de cambiar a las bombillas LED, un paso que te resultará muy sencillo, pero para el que debes tener en cuenta ciertos consejos previos. ¿Cómo cambiar las bombillas halógenas por LED
La gran ventaja de la tecnología LED en el mundo de la iluminación se encuentra en el ahorro energético que supone con respecto a la alternativa de la tecnología halógena y, consecuentemente, su contribución a reducir nuestro consumo eléctrico y nuestra huella de carbono. Gracias a las bombillas LED podrás iluminar con la misma intensidad utilizando mucha menos energía, a lo que se suma una durabilidad mucho mayor de la propia bombilla.
Por eso, pasarnos a la tecnología LED supone grandes ventajas no solo para el medio ambiente, sino también para nuestro bolsillo y para nuestro bienestar. Este ahorro es perfectamente medible y, de media, se considera que puede alcanzar el 86 por ciento si medimos la energía consumida par alumbrar durante el mismo tiempo y con la misma intensidad. Si multiplicamos esta cifra por todas las bombillas de nuestro hogar, la reducción en la factura de la luz puede ser muy importante.
Por otro lado, las bombillas LED no contienen mercurio ni gases, por lo que resultan menos contaminantes. Además, son menos sensibles a golpes y movimientos (es muy común que los filamentos de las bombillas halógenas se deterioren con el tiempo, sobre todo si las manipulamos con frecuencia).
En cuanto a cómo cambiar la bombillas halógenas por bombillas LED, basta con cambiar una bombilla por otra teniendo en cuenta las dimensiones de los casquillos (que son idénticas en un caso u otro).
También habrá que tomar en consideración la potencia deseada, que se mide en vatios (W) y que es la responsable de que la bombilla consuma más o menos y, en cierto modo, de que ilumine en mayor o menor medida. La regla es dividir entre 7 la potencia de nuestra bombilla halógena para dar con la que necesitamos en tecnología LED, e incluso bajar un poco más con respecto a esta cifra.
Sin embargo, conviene no olvidar los lúmenes: éstos se diferencian de la potencia en que nos indican la cantidad de luz que emite una bombilla, en lugar de la energía que consume (vatios). Son cosas distintas y si lo que buscamos es la iluminación perfecta, es mejor fijarnos en este indicador, ya que la relación entre un elemento y otro no es estable y depende de la tecnología utilizada. Lo mejor es probar la bombilla antes de adquirirla y preguntar a un profesional acerca de todos los detalles técnicos.
Además, no puedes perder de vista la tensión (V). La mayoría de las lámparas funcionan a 220/230V, pero, por ejemplo, las luces de los focos del coche funcionan a 12V. Tenlo en cuenta antes de comprar cualquier bombilla. También existen transformadores que pueden pasar la corriente de una tensión a otra (por ejemplo, de 12V a 230V).
Dejar atrás la tecnología halógena también tiene sus desventajas: su luz es, en general, más cálida y luminosa y, para muchas personas, resulta más agradable. Sin embargo, las bombillas LED cada vez ofrecen versiones menos frías y, por tanto, más neutras de cara a proteger la salud de nuestra vista. En general, cuanto más azul sea la luz que emita una bombilla (tendiendo a la luz blanca), más daño causará a nuestra retina.