El buque oceanográfico Ángeles Alvariño ha dejado ya aguas canarias y ha cesado las labores de búsqueda de los cuerpos de Tomás Gimeno y su hija Anna, tras el informe del responsable de operaciones del barco que califica de "completamente inabordable" la exploración en la zona.
El Liropus 2000 llevaba más de 600 horas a entre 1.000 y 1.600 metros de profundidad y se ha llegado a decir que estaba al borde de sus posibilidades. A este respecto, José Cubeiro, jefe y coordinador del equipo de expertos que manejan este robot submarino, indicó que el fondo del mar es "muy agresivo" y la sal "hace sus estragos", a lo que hay que sumar que el Liropus 2000 no ha hecho prácticamente paradas, lo que hace que estuviese "al borde del colapso".
El radio de búsqueda se amplió en dos ocasiones, incluso en una zona "muy escarpada con gran cantidad de barrancos y grietas" en la que se produjeron "enganches serios" del cable umbilical que une el submarino con el barco en unas rocas del fondo, y en una ocasión fue necesaria casi una hora para poder liberarse.
Aparte del "altísimo riesgo" de pérdida del robot submarino, cuyo coste superó el millón de euros, la orografía hacía que la búsqueda fuera "bastante menos eficaz" en esta zona, pues "por la cantidad de grietas y barrancos y la profundidad de los mismos, en ocasiones de centenares de metros, no nos permiten asegurar en absoluto que en las zonas ya miradas no esté el cuerpo de Tomás o algún otro objeto procedente de la embarcación", señala el informe remitido a la juez.
Fuentes de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil reconocieron en su momento que se trataba de una de las investigaciones más complejas a las que ha hecho frente por un motivo fundamental: la dificultad de encontrar pistas en la inmensidad del océano.
Los investigadores temen que dadas las corrientes submarinas en la zona "no se puede asegurar que un cuerpo lastrado con un cinturón de buceo no se desplazaría rodando pudiendo llegar a un lugar no determinado y, por tanto, fuera de la capacidad de búsqueda de que disponemos".
Tras el hallazgo del buque el pasado 24 de junio de dos botellas de oxígeno en una zona más alejada, los investigadores sospechan que fue en esa zona donde Tomás Gimeno se arrojó al mar para suicidarse.
Durante el mes que ha estado en Tenerife, tras sucesivas prórrogas negociadas entre la Delegación del Gobierno, Gobierno de Canarias y el Ministerio de Ciencia e Innovación, ya que la previsión inicial es que estuviera entre ocho y nueve días, ha contribuido decisivamente a dar casi por cerrado un caso que se antojaba de difícil resolución.