Las patrullas de la Ertzaintza comienzan el turno con una reunión entre adolescentes. Superan el límite de los cuatro permitidos, con mascarilla y distancia. En las mismas galerías de Vitoria, ocultos en una lonja, varios jóvenes son sancionados.
Minutos después, otra reunión no permitida en la zona universitaria es desalojada: cachean y rastrean, buscando sustancias ilegales. Para los los ertzainas, la normativa frente a la covid y su cumplimiento es una parte esencial del patrullaje. Hay reincidentes, mucho despistado y quien se la juega en el toque de queda.
En cuanto se huele una mejoría, una posible desescalada, se disparan todavía más las fiestas ilegales. En Madrid, la Policía ha intervenido más de 400 y ha interpuesto 2.700 sanciones por hacer botellones e incumplir el toque de queda.
Las cifras de la irresponsabilidad siguen en aumento, especialmente en el barrio madrileño de Las Letras, donde ha tenido que acudir hasta seis veces el sábado. Los vecinos, hartos e indignados, avisaron a las autoridades por el fuerte ruido. Más de 50 personas celebraban una fiesta ilegal en un piso turístico. Hubo ocho detenidos.
En Alicante, la Policía avistó a tres coches repletos de gente y decidieron seguirlos. Las autoridades encontraron un restaurante de carretera abierto: a los dueños no les importaba que la hostelería esté clausurada en la Comunidad Valenciana. Dentro daban de comer y beber a 30 personas, por lo que fueron denunciados.