Preside una de las instituciones que mayor prestigio ha adquirido en el mundo de la formación empresarial, no sólo en nuestro país sino también a nivel internacional. El Instituto de Empresa (IE) nació en Madrid hace casi cinco décadas como una escuela de negocios y desde entonces se ha convertido en un referente en la formación de los profesionales de las empresas españolas y sus directivos. Sus MBA (Master in Business Administration) o masters en dirección de empresas llevan ya varias décadas apareciendo de manera recurrente en los puestos de cabecera de los ranking más prestigiosos del sector y reciben cada año a cientos de estudiantes procedentes de todos los rincones del planeta.
En 2006, el Instituto de Empresa adquirió la universidad privada SEK de Segovia, pasando a convertirse en un gran grupo que ofrece formación superior universitaria y de posgrado en varias disciplinas, en el campus de la antigua SEK, en Segovia; y ahora también en las instalaciones del IE en la capital de España. Nació así IE University, presidida por Santiago Íñiguez de Onzoño, que hasta entonces era el decano de la escuela de negocios, IE Business School.
Íñiguez, madrileño de 58 años, es licenciado en Derecho; doctor en Filosofía Moral, Jurídica y del Estado por la Universidad Complutense; realizó un MBA en la escuela de negocios que más tarde llegó a dirigir, IE Business School; es recognized student por la Universidad británica de Oxford; profesor de dirección estratégica; y miembro del consejo de Headspring, una joint venture de Financial Times y IE Business School que desarrolla formación ejecutiva para empresas; también es miembro del consejo de la European Foundation for Management Development (EFMD); y de los consejos asesores de Renmin University Business School (China), LUISS Business School (Italia) y Mazars University (Francia), y de la Russian Presidential Academy (Rusia) y la Fundaçao Getulio Vargas (Brasil).
Habla tres idiomas (inglés y portugués además del castellano) y es ponente habitual en conferencias internacionales; publica artículos sobre gerencia, liderazgo y desarrollo directivo en distintos medios; es autor de varios libros; y hace más de una década se distinguió por ser el primer decano de una escuela de negocios española en respaldar el club de alumnos gays y lesbianas en el IE para para fomentar la tolerancia y la diversidad en este centro de formación de profesionales y directivos, una práctica muy común en las escuelas de negocios estadounidenses.
A punto de finalizar un histórico año 2020, Santiago Íñiguez reflexiona para Informativos Telecinco acerca del mundo que nos dejará la pandemia y cómo van a evolucionar la economía, las empresas, los empleos o la educación.
Hay algunas lecciones que se consolidarán en el acervo colectivo: la solidaridad como solución a los retos sociales; las cautelas sanitarias para evitar contagios; el respeto a las normas, aunque sean cambiantes, para preservar el bien común. Los seres humanos tenemos un resorte instintivo para olvidar o dulcificar los malos recuerdos.
El mundo no va a cambiar de forma radical tras la vacunación masiva, y algunos de los cambios que se producirán ya se anticipaban antes de la pandemia. El gran reto por delante es la construcción de una sociedad global más justa, sostenible y equitativa. Contamos con una gran ventaja: las generaciones jóvenes, llamadas a transformar el mundo, tienen una vocación por la sostenibilidad más arraigada, una orientación cosmopolita y un perfil más emprendedor y resiliente, por lo que existe mayor fundamento para la esperanza.
Ya estamos asistiendo a variaciones en distintos indicadores macro y microeconómicos que revelan mayor confianza de los agentes económicos y un deseo rápido de recuperación. Es probable que durante el próximo semestre se produzca una recuperación veloz de la economía, aunque pasará cierto tiempo hasta que se recupere el tejido empresarial, especialmente en los sectores más afectados por la crisis, como el turismo, que posiblemente necesiten del soporte de iniciativas públicas.
Los fondos procedentes de las ayudas europeas son una buena oportunidad para dar un gran salto en la economía digital, fomentar el espíritu emprendedor y la creación de nuevas empresas. Me parece fundamental reconocer el papel de los empresarios como motor de este crecimiento económico, fomentar su confianza, evitar el exceso regulatorio que frena la innovación y abandonar la retórica populista que enfrenta lo público con lo privado.
Nuestro país cuenta con las condiciones para experimentar un cambio formidable en muchos sectores económicos, que promueva mayor y mejor empleo y mejores condiciones colectivas de bienestar e igualdad. La fórmula efectiva para alcanzar ese objetivo es promover la creación de valor, el espíritu emprendedor Las buenas empresas y los empresarios comprometidos son el mejor antídoto para la crisis derivada de la pandemia.
El debate sobre si contamos con los líderes adecuados es recurrente de una generación a otra y, en mi opinión, injustificado. Posiblemente contamos con los líderes mejor preparados y con mejor acceso a la información de la historia. También es cierto que el escrutinio al que hoy está expuesto cualquier líder, público o privado, es mayor que nunca, dada la exposición en redes sociales y la creciente transparencia en todo tipo de actividades.
Más allá de las personas, creo que hay que depositar mayor confianza en nuestras instituciones, que garantizan la convivencia y la continuidad de nuestra sociedad, reguladas en nuestra Constitución y respetadas por la mayoría de nuestro pueblo: la Corona, los poderes del Estado, el Gobierno, las comunidades autónomas; y, por cierto, también las universidades, a las que se reconoce un derecho de autonomía.
Durante la pandemia hemos confirmado que las tecnologías son nuestras aliadas, y no enemigos. Hemos utilizado todo tipo de plataformas para mantener la interlocución con nuestros familiares y amigos. Hemos mantenido largas conversaciones por teléfono o por Zoom, también desarrollado el potencial del teletrabajo y las reuniones en línea. En el ámbito de la educación, por ejemplo en IE University, hemos fortalecido los formatos de enseñanza híbrida y lo que denominamos aprendizaje líquido, aludiendo a que la educación se puede vehicular de forma síncrona y asíncrona, así como a través de múltiples canales, en presencia o en remoto.
En relación con la concentración de empresas en este ámbito, el derecho de la competencia en el ámbito comunitario y nacional es suficiente para mantener los equilibrios y los contrapesos que garanticen los intereses de todos los stakeholders; y vemos que está funcionando, desde la obligación de tributar por la actividad empresarial en cada país a las multas por prácticas monopolísticas.
Sin duda, las nuevas tecnologías proporcionarán más y distintas oportunidades de desarrollo profesional, para lo cual conviene prepararse y formarse adecuadamente. Incluso en los sectores más automatizados, permanecerán algunos empleos tradicionales. La implementación de procesos de automatización en distintas actividades toma más tiempo del que se piensa, durante el cual aparecerán nuevos puestos de trabajo.
Además, existen barreras culturales, legales y financieras en una gran cantidad de sectores, que aunque no evitarán la pérdida de trabajos por automatización, sí la ralentizarán.
En general, las actividades de mayor valor añadido o las que requieren del trato personalizado serán difícilmente reemplazables por ingenios tecnológicos. Por ejemplo, aunque en el sector sociosanitario la inteligencia artificial y la gestión de datos jugará un papel fundamental en las tareas de diagnóstico o prognosis, la relación humana con una médica o una enfermera no se puede sustituir por un sofisticado algoritmo.
Indudablemente. La tecnología sustituirá las tareas manuales o mecánicas más esforzadas y exigentes, pero seguirán siendo necesarios especialistas que supervisen la actividad de esas máquinas o programas.
En este proceso de sustitución, un elemento clave para mantener la empleabilidad a lo largo de la carrera profesional es la formación continua. Es previsible que con la transformación de la actividad económica, dadas las expectativas de ampliación de la vida natural junto con el consiguiente retraso de la edad de jubilación, haya que volver a clase periódicamente, estudiar varias carreras y especializarse en nuevas habilidades y conocimientos.
Posiblemente se extiendan algunas formas de teletrabajo que aumentan la productividad y la efectividad. Por ejemplo, reuniones colectivas entre personas en localizaciones diversas a través de videoconferencia; o reuniones bilaterales recurrentes o de seguimiento, con una disminución relevante de los viajes de trabajo.
Previsiblemente, el teletrabajo y la mayor flexibilidad generarán nuevas formas de relación contractual con las empresas o los empleadores. Por ejemplo, antes de la pandemia ya se preveía un significativo aumento de los trabajadores freelance o autónomos, que en Estados Unidos se preveía que alcanzara casi el 40% de la fuerza laboral en este año.
Con todo, muchas actividades profesionales siguen necesitando del contacto físico, de la presencia y del uso de nuestros sentidos. Hay, si se me permite la expresión, un feedback animal irreductible en tareas como cerrar un acuerdo, contratar a una persona, adquirir un activo importante o decidir una inversión.
Ya en el curso de este año la pandemia ha impulsado de forma decisiva la implantación de formatos híbridos y de la enseñanza en línea, moviendo a muchos profesores a manejar plataformas digitales para impartir sus clases en remoto.
Nuestra experiencia en IE University es que los formatos híbridos y el aprendizaje líquido procura mejores resultados que la enseñanza tradicional meramente presencial. Promueve una mayor personalización de la educación, una adaptabilidad a las circunstancias de tiempo y localización de los estudiantes y el mantenimiento del momento educativo.
El desarrollo de nuevas plataformas tecnológicas, programas que asisten al profesor en la impartición de clases y la evaluación, así como la gestión de los datos sobre el aprendizaje nos trasladan al nuevo escenario de la educación, fascinante tanto para los educadores como para los estudiantes.
La gran oportunidad de crecimiento futuro para las universidades se plantea en el horizonte de la formación continua, dado que la población adulta tendrá necesidad de actualizar conocimientos y habilidades.
Para desempeñar mejor su función de generación de conocimiento, y de preparación de ciudadanos globales y buenos profesionales, las universidades necesitan espacios de autonomía, para poder experimentar y desarrollar su actividad cerca del mundo profesional, evitar la sobrerregulación que disuade la innovación y favorecer el intercambio y la movilidad internacional.
Pienso que las escuelas de negocios seguirán siendo uno de los segmentos más dinámicos de la educación superior, en términos de las metodologías de enseñanza, los formatos empleados y el desarrollo de investigación aplicada. Y el MBA, el programa de referencia en las escuelas de negocios, seguirá siendo el más demandado en el conjunto de programas de posgrado, renovado y adaptado al nuevo entorno postpandemia, aunque cada cinco años surgen algunos detractores que quieren liquidarlo.