Desde la zona contraria a la colada del volcán de Cumbre Vieja en la isla de La Palma, el dron de la UME se aproxima a la cima. Deja atrás la última zona de bosque y se enfrenta en un vuelo a la columna ardiente que escupe una de las bocas del volcán.
Es la más activa, la más intensa, la que sigue expulsando hacia el cielo esa amalgama de magma, gases cenizas y rocas. A su alrededor puede verse esa forma de cono que será un perfil nuevo en la orografía de la isla.
El dron se sitúa en posición cenital sobre el centro de la erupción. Todo es humo y oscuridad, pero en una sucesión de vuelos circulares en torno a la columna que lava y humo se puede apreciar nítidamente la forma del cráter.
El dron se expone a algunas de las rocas expulsadas por la erupción. Las imágenes captan la violencia destaca en el lugar. El dron llega a estar a apenas 50 metros de la lava.
Tan arriesgada maniobra tiene sus consecuencias. Le alcanzan temperaturas de unos 200 grados que derriten la punta de las hélices, pero mantiene el vuelo y nos brinda este documento; el testimonio visual de un fenómeno que sobrecoge aún más visto tan de cerca.