El impacto de la pandemia mundial de la enfermedad del coronavirus en curso que comenzó a fines de 2019 (COVID-19) durará muchos años. Desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) confirmó el 22 de enero de 2020 que había evidencia de transmisión de persona a persona de un nuevo coronavirus. Los brotes de COVID-19 han causado 30 millones de infectos y más de 941.000 fallecidos. Los resultados apuntan que en los países con mayor longevidad, como es el caso España, una tasa de prevalencia de la enfermedad igual o superior al 2% implicaría una importante disminución en la esperanza de vida.
Según datos italianos, por ejemplo, una persona de 40 a 49 años infectada por el virus tiene unas 27 veces menos probabilidades de morir que una de 70 a 79 años. Las condiciones médicas subyacentes, como la hipertensión, las enfermedades del sistema respiratorio, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes y las enfermedades renales crónicas, también constituyen un factor de riesgo de enfermedad grave por COVID-19.
La pandemia de COVID-19 podría causar una disminución, a corto plazo, de la esperanza de vida en zonas fuertemente afectadas, que podría ser de un año si la enfermedad afectara al diez por ciento de una población, según un estudio que publica hoy Plos One. El estudio indica, sin embargo, que incluso en las regiones más afectadas "es probable que la esperanza de vida se recupere una vez que la pandemia haya terminado". La investigación proporciona "la primera evaluación del impacto potencial de la COVID-19 en la esperanza de vida siguiendo una serie de escenarios de tasas de prevalencia en un período de un año", explicó el investigador principal, Guillaume Marois, del Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicados (IIASA).
Epidemias anteriores, como la pandemia de influenza de 1918 y el brote del virus del Ébola en 2014, dieron como resultado una caída de la esperanza de vida al nacer de hasta 11,8 años y 1,6–5,6 años en los EE.UU. y Liberia, respectivamente
Si las tasas de prevalencia (cantidad de infectados en relación con la población total) fueran muy bajas no afectarían a la esperanza de vida, pero si fueran del 2 % "podrían causar una disminución de la esperanza de vida" en los países donde esta es alta, aproximadamente de unos 80 años de media, especialmente en Europa y América del Norte, señala el IIASA, en un comunicado. Y eso golpea de forma rotunda a España.
En esas mismas zonas y con una prevalencia del 10%, "es probable que la pérdida de la esperanza de vida sea superior a un año" y si llegara al 50 %, la disminución sería de entre tres y nueve años. En las regiones menos desarrolladas, el impacto sería menor dado que ya hay una menor supervivencia en las edades más avanzadas, explicó Marois.
Los investigadores construyeron un modelo de microsimulación sobre la probabilidad de contraer la enfermedad, de morir por ella o por otra causa durante un período de un año, teniendo en cuenta las diferentes tasas de mortalidad de la enfermedad para diferentes grupos de edad. A continuación, calcularon el impacto de la COVID-19 en la esperanza de vida reconstruyendo las tablas de vida y las expectativas de vida a partir de la simulación y comparándolas con las utilizadas para las entradas.
Otro de los firmantes del estudio, Sergei Scherbov, del IIASA destacó que a Europa le llevó casi 20 años que la esperanza media de vida al nacer aumentara en seis años, de 72,8 años en 1990 a 78,6 años en 2019, pero la COVID-19 podría hacer retroceder ese indicador. Sin embargo, admitió, "no sabemos qué va a suceder más adelante" pues en muchos países la mortalidad por esta enfermedad "está disminuyendo fuertemente, probablemente porque se ha definido mejor el protocolo de tratamiento". El investigador consideró que este tipo de análisis es útil para los responsables de la toma de decisiones, ya que muestra a grandes rasgos el costo potencial de las vidas humanas perdidas debido a la enfermedad.