Ya les llaman la generación de la cabeza gacha. Sí, son esos jóvenes que andan, comen y viven mirando el móvil. El 21% de los jóvenes españoles tiene nomofobia, o lo que es lo mismo, angustia al separarse de su móvil, y necesitando tener cobertura en todo momento. No es extraño teniendo en cuenta que miramos el móvil unas 150 veces al día. Es verdad que los dispositivos electrónicos portátiles se han convertido en una parte inevitable de la vida de la mayoría de las familias. Pero para los niños pequeños puede haber cambios medibles en el cerebro asociados con un tiempo de pantalla excesivo.
Según un estudio publicado por JAMA Pediatrics, los niños en edad preescolar que pasan más tiempo frente a una pantalla tienen una menor integridad estructural de la materia blanca en áreas del cerebro, o conexión cerebral, relacionado con el lenguaje, la alfabetización, la imaginación y la función ejecutiva. Los investigadores encontraron que entre el 16 y el 56% de esas áreas del cerebro se vieron negativamente afectadas por un mayor uso de la pantalla.
"Lo que vimos fue que los tractos de fibra o las conexiones de diferentes partes del cerebro que están involucradas con el lenguaje y la alfabetización, tenían medidas más bajas de aislamiento y organización", dijo el doctor John Hutton, pediatra del Centro Médico del Hospital Infantil de Cincinnati (EEUU) y autor principal del estudio.
En el mismo participaron un grupo de 47 niños sanos, de entre tres y cinco años, y sus padres. Hubo 27 niñas y 20 niños. Se administró una resonancia magnética de imágenes de tensor de difusión (DTI) junto con pruebas cognitivas que midieron cosas como la alfabetización del lenguaje y el procesamiento de la velocidad.
También se realizó una evaluación del uso de la pantalla basada en las pautas proporcionadas por la Academia Estadounidense de Pediatría (AAP). La evaluación ScreenQ incluyó el acceso del niño a las pantallas (como la ubicación), su frecuencia de uso, el contenido (educativo o violento) y si el cuidador observó a su hijo y habló con ellos. Cuanto más alto fue el puntaje, más tiempo pasaron los niños frente a una pantalla.
Los hallazgos clave incluyeron una fuerte conexión entre las puntuaciones más altas de ScreenQ y el lenguaje expresivo más bajo, menores habilidades de alfabetización y capacidad de nombrar objetos rápidamente. Las puntuaciones más altas de ScreenQ también se asociaron con medidas más bajas de integridad estructural de la materia blanca, lo que también afecta la formación de una vaina de mielina alrededor de un nervio, lo que ayuda a que los impulsos nerviosos se muevan más rápidamente.
El estudio encontró que las conexioón en los cerebros de los niños cuyas familias practicaban hábitos de pantalla que se alineaban con las recomendaciones de la AAP estaban mejor desarrollados. En otras palabras, las conexiones eran más fuertes entre las diferentes redes en los cerebros de esos niños.
Si bien los cerebros se pueden volver a reconectar, los pequeños son mucho más receptivos, por eso se dice que son esponjas, porque resultan mucho más fáciles de estimular. La preocupación es que los niños con cerebros poco estimulados en la primera infancia podrían desarrollar conexiones menos eficientes y eso resulta más difícil de arreglar a lo largo de los años.
No es lo único que pueden sufrir los más pequeños que se enganchan al móvil. El uso abusivo de los teléfonos móviles por parte de los niños puede traer graves consecuencias como el síndrome de túnel carpiano, que consiste en la compresión de un nervio en su paso a través de la muñeca que provoca, frecuentemente, debilidad y dolor en la mano. Las pantallas también perjudican la visión, según el informe 'El estado de la salud infantil en España, 2019. ¿Cómo ha variado desde 2016?' y 7 de cada 10 jóvenes utilizan el móvil entre cuatro y ocho horas al día.