Lo que dicen las leyes sobre ‘El odio’, el altavoz que saca a Bretón del silencio y el olvido

José Bretón

Usando mi libertad de expresión pongo por escrito mi deseo de que muchas librerías tomen la misma decisión de no vender 'El odio' para no ser parte de la cadena con la que Bretón quiere seguir martirizando a su exmujer, a cuyos hijos asesinó”, este es uno de los muchos comentarios que circulan por redes. Pero también hay editores que se han pronunciado: “Insisto en que la libertad de creación no puede ser censurable. Ahora bien, yo, como editor, nunca lo editaría. Y no es censura a una obra, es tener unos principios”. Principios, ética, moral y ¿vulneración de ley? El autor, Luisgé Martín, publicó un capítulo en un diario digital, y desató la tormenta. Quizá no pensaba que el público se iba a estremecer hasta rechazarlo antes de leer el libro. O que otros escritores acabarían replicándole que el día que Bretón le dijo que estaba “entusiasmado” (con la idea del libro que recogía sus cartas y sus charlas), debió frenarlo.

No era un buen comienzo. No sabemos si el autor estudió el caso, la sentencia y el sumario donde están todos los detalles. O si lo hizo antes de enviarle a Bretón la primera carta para entrar en su mente y “por curiosidad”, como dijo él mismo. Quizá saber los resultados de los policías que lo interrogaron o de los peritos que lo entrevistaron ya en la cárcel, o de la propia Ruth o de su entorno, quizá le habría dado contexto para entender el “entusiasmo” de Bretón.

Porque Bretón no parece haber cambiado o evolucionado. Parece el mismo psicópata, narcisista y obsesionado con “matar en vida” a Ruth. Bretón no es noticia ni por su confesión, no es de interés público porque los detalles ya los sabíamos, y no descubren ni añaden información necesaria. Supimos hasta el momento y el lugar en el que paró el coche para dar los sedantes a sus hijos. Todo se descifró en la investigación.

Ahora, Bretón, no añade nada útil ni diferente. Solo añade sufrimiento y con su “confesión” extiende y perpetúa la violencia vicaria. Y no es arrepentimiento porque de haberle querido pedir perdón a Ruth, lo habría hecho a través de los cauces de la justicia reparadora o restaurativa. La víctima en el centro, integrada en la causa e informada. Lo dice la ley. Y si quiere el perdón, ella decide. Si no lo quiere, al menos Bretón tendría un informe favorable. De ser creíble. Pero lo primero es que hay que pedir el perdón, y quizá eso sería noticia.

“Una copia o borrador”

También hay que comunicar a Ruth y a la Fiscalía el proyecto, que en su recurso sostiene que el escritor “tiene la obligación legal de trasladar a la Fiscalía el contenido del libro antes de su distribución, por lo que requiere que se le facilite una 'copia o borrador' con el fin de examinarlo y emitir un dictamen”.

El autor no pidió permiso ni recogió la versión de la madre y cuenta por qué en el libro: “Mi propósito era tratar de comprender la mente de alguien que había sido capaz de asesinar a sus propios hijos, y para ello me resultaba distractivo cualquier otro punto de vista, especialmente el de Ruth Ortiz, a la que, en cualquier caso, no me habría atrevido a mortificar con indagaciones”.

Otro detalle al que se agarra el autor es que los presos tienen derecho a dar entrevistas públicas, según un fallo del Constitucional. Pero el Código Penal también dice que serán castigados los sentenciados que cumplen condena y utilizan su delito para buscar notoriedad o beneficio económico. No ha cobrado. Y hay voces de su entorno que utilizan la palabra “limpiar su imagen” para justificar lo que es evidente. Busca notoriedad.

El juez que decidió autorizarlo no valora si hay vulneración de ley. Por desgracia no lo ha leído porque no tiene el borrador, dice. La Fiscalía, al recurrir de urgencia, le contestó que tenía un capítulo, además de múltiples resúmenes y declaraciones textuales del propio autor; suficiente para valorar si se está dañando el honor de los menores y de Ruth. No encuentran medida cautelar alternativa. Y como decía la ministra de Igualdad, “si el libro ve la luz la sociedad revictimizaría todavía más a Ruth Ortiz”. Y la sociedad no debe permitirlo. Hemos evolucionado mucho en la violencia de género. No hay justificación al asesinato de los hijos para “hacer el mayor daño posible a la madre” (lo dice la sentencia). Esto puede ser el altavoz para que Bretón salga del silencio y el olvido al que fue condenado, y consiga su objetivo; disfrutar ejerciendo la violencia machista que planeó macabramente para el resto de la “vida” de Ruth cuando intentó hacer desaparecer a sus hijos. Pero le pillaron. “Me pillaron, llega a decir…”

No nos demos tanta importancia

El problema no es hablar del caso Bretón. El problema quizá es el enfoque. Pero hay periodistas y escritores defendiendo que la libertad de expresión está por encima de todo, sin límites y que “no se puede secuestrar un libro preventivamente”. No nos demos tanta importancia. Nos podemos equivocar, vulnerar la ley y los derechos de la víctima. Me han preguntado si no querría esa entrevista con Bretón. Como periodista NO. Porque un psicópata no rehabilitado (es evidente cuando se justifica o se coloca como víctima) y obsesionado con dañar a su víctima, solo aporta dolor. Y no debemos permitirlo. Como criminóloga sí lo visitaría. Para estudiarlo. Y si fuera mi cometido, comunicar a prisiones que "quizá" no está preparado para el tercer grado.

Apunte: Bretón fue condenado a 40 años, de los que cumpliría 25. No podría alcanzar el tercer grado hasta cumplida la mitad de la condena. Tenía que pagar 500.000 euros a Ruth. En su primera entrevista contestó: “Ni tengo ese dinero ni pienso pagárselo”. Su familia puso a la venta la finca para esa finalidad. Pero no vale tanto. Bretón se declaró además insolvente y no pagó los gastos de la búsqueda de sus hijos.

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