La limpieza de la nevera es una tarea cuya importancia no debe ser desdeñada, si queremos asegurarnos de la calidad de los alimentos en su interior, y de mantener un ambiente higiénico dentro del propio electrodoméstico. Aunque puede no parecer una prioridad diaria, descuidar su mantenimiento puede llevar a la proliferación de gérmenes y malos olores, poniendo en peligro la frescura y salubridad de los alimentos que almacenamos.
Los expertos coinciden en que la frecuencia de limpieza de la nevera depende de las diferentes partes que la componen. Para una limpieza profunda, es recomendable hacerla cada dos meses como mínimo, vaciando completamente el frigorífico, retirando los estantes y cajones, y lavando todas las superficies con una solución suave de agua y bicarbonato de sodio o vinagre. Este proceso permite eliminar la suciedad y prevenir la acumulación de bacterias.
Algunas zonas de la nevera, como los cajones y las bandejas, deben limpiarse con mayor frecuencia, idealmente una vez a la semana, ya que es donde reposan los alimentos que pueden generar derrames o residuos. Las puertas, en cambio, por ser las más manipuladas, se recomienda limpiarlas cada dos días, prestando especial atención a las manijas, donde se acumulan bacterias.
También es interesante saber que al colocar una pequeña caja abierta de bicarbonato de sodio en un estante ayudamos a absorber malos olores. Eso sí, esta caja debe cambiarse cada tres meses para que sea efectiva. Por otra parte, utilizar recipientes herméticos previene la mezcla de olores y ayuda a prolongar la frescura de los alimentos.
En conclusión, mantener una rutina de limpieza regular es esencial no solo para la higiene de la nevera, sino también para garantizar que los alimentos que almacenamos se conserven de la mejor manera posible. El esfuerzo invertido en mantener este electrodoméstico limpio tiene un impacto directo en la calidad de los productos que consumimos y en el funcionamiento eficiente del aparato.