“Parecen que pasan rápido, pero para nosotros los 20 años es como si hubiese sido ayer” explica la madre de Sonia Cano, una joven de 24 años que trabajaba en una residencia de ancianos y que viajaba ese fatídico día en uno de los trenes de la muerte.
Para los padres de Sonia esa mañana se paró el tiempo, en el momento en el que recibieron una llamada telefónica todo se detuvo para dejar paso al dolor y la tristeza que inundó sus vidas.
“Me llama mi amiga a las 8:30, dice ‘que ha habido un atentado’, ¿dónde?, ‘en Atocha’. Lo primero que dije ¡mi hija! Sonia, Sonia” recuerda.
“Aquel día le tocaba librar en el trabajo y se lo había cambiado a una amiga. Fuimos los dos a Atocha y yo sabía que mi hija estaba muerta”
El padre de Sonia explica a las cámaras de Informativos Telecinco la impotencia de no poder entrar en la estación donde sabía estaba su hija: “La Policía y la Guardia Civil no me dejaba entrar en Atocha y yo empujando allí como un loco”
“A mi hija no la encontramos hasta el tercer día” cuenta la madre de Sonia en una habitación donde abundan las fotos y cuadros de la joven, como si sus imágenes llenasen de alguna manera el vacío que sienten por su ausencia.
“Mi hijo quiere tanto a su hermana, que se hizo un casco…Los que la conocían sabían cómo era Sonia. Alegre, divertida, bailonga, como ella decía. Yo todavía sigo diciendo que por qué. Yo me he quedado sin ojos de tanto llorar” reconoce.
“La única idea que me empecé a hacer a los dos o tres años es pensar que mi hija estaba en el extranjero, así un año y otro año, hasta que hemos tenido que aceptar lo que tenemos” confiesa con gran emoción e impotencia.
“Mi nieto, a mi es lo que me ha levantado toda la vida” afirma con semblante serio el padre de Sonia, mientras que su madre explica que ya no son los mismos: “Nosotros hemos cambiado, lo que éramos a lo que somos hoy porque tienes que aprender a vivir de nuevo”
“Yo quiero que se siga recordando. Han pasado 20 años, el dolor lo tenemos, pero vas viviendo de otra manera. Sino no eres capaz de vivir”
La madre de Rodrigo Cabrero, un estudiante de informática de 20 años fallecido en los atentados del 11M, explica que esta fecha tiene una simbología especial para ella ya que pasó a su lado 20 años hasta que le arrebataron la vida, el mismo tiempo que ha pasado sintiendo su ausencia.
Reconoce emocionada que “todavía me pasa que hay cosas súper estúpidas que funcionan por la casa desde hace 20 años y dices, esto está aquí, pero Rodrigo no”
“Escribí el libro como una carta a Rodrigo ‘Dinos dónde estás y vamos a buscarte’. Es un SMS que le mandó su padre, pero claro, él nunca lo contestó…Estaba en el andén 2 de la estación de Atocha esperando el tren”
“Rodrigo era una persona especialmente buena, optimista, ‘madre, no te agobies, no seas agobiosa’, me decía”
La madre de Rodrigo siente “añoranza de lo que podría haber sido” y para llenar ese vacío “sigo escribiéndole”
“Si él acaso nos ve o nos oye en algún sitio, que sepa que aquí no le olvidamos” asegura esta madre con una sonrisa llena de tristeza.
“Rodrigo era mucho más que ese día terrible”
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