Agustín cada día tiene que subir a un tercer piso sin ascensor y lo tiene que hacer arrastrándose por los 42 escalones que separan la calle de su casa de Almuñécar. Este hombre lleva cinco años en silla de ruedas, pero como él hay muchas personas con discapacidad en nuestro país que se enfrentan a barreras insalvables. El día a día de Agustín es un infierno, uno a uno se arrastra hasta subir los 42 escalones que le llevan a su casa. Le ayuda su hijo de 16 años, su mujer y hasta su madre de 80 años.
Hace cinco años tuvo un accidente que le dejo en silla de ruedas. En su edificio no hay ascensor, pero dice que los vecinos no lo necesitan “hay hueco, pero no lo ponen porque no lo necesitan”. La ley de Propiedad Horizontal obliga a instalar un ascensor, aunque no haya mayoría si quien lo solicita es mayor de 70 años o con discapacidad, pero tiene que ser él el que corra con los gastos. Pero hay trampa dice: “tengo que correr con los gastos. No tiene los 60 mil euros necesarios, y pide que les ayuden para que salir a la calle no se una agonía.
Situación parecida vive Mar en Alicante, en su piso si hay ascensor, pero para llegar a la calle debe superar un escalón de 11 centímetros en su silla motorizada. Una barrera que la ha llevado a cambiar tres veces de moto y estar de baja de las caídas que ha tenido. A la espera de que se resuelva su demanda sobrevive como puede.
Salir es un reto, pero entrar es imposible sin ayuda. A pesar de que se ha ofrecido a pagar los gastos de la rampa los vecinos se niegan. Mar está esperando que contesten a su demanda y mientras vive con el miedo a un escalón.