El verano pasado fue el más cálido, en España y en Europa, desde que hay registros. Durante meses, el calor extremo monopolizó las conversaciones, y los titulares en los medios. Se habló, y mucho, de cambio climático, pero ligado casi exclusivamente al aumento de temperaturas. El verano de 2022 fue un aviso de lo que nos espera.
Este verano, el calor que recorre el hemisferio norte está compartiendo protagonismo con muchos otros fenómenos, igual de preocupantes. Desde hace semanas, estamos asistiendo a varios efectos del calentamiento global que hasta ahora eran, sobre todo, pronósticos.
Uno tras otro, estamos asistiendo a eventos extremos en diferentes puntos del planeta. Señales de una crisis climática que se acelera y cuyos impactos, globales y locales, cada vez son más patentes. Se los hemos ido contando, pero en este artículo los repasamos.
El verano llegaba al hemisferio norte a finales de junio, un mes que se cerró como el más cálido registrado nunca en el planeta. Julio comenzaba en la misma línea: con los días más cálidos en la Tierra desde que hay registros. El nuevo récord de temperatura media global son los 17,23 grados centígrados del 6 de julio. Nunca hasta ahora se habían superado los 17 grados de media en el planeta.
Cuando tratábamos de digerirlo, llegaron esas olas de calor extremo que han estado arrasando varios puntos del hemisferio norte durante semanas. Hemos visto máximas históricas y asfixiantes en China y en EE.UU., que superaban los 50 grados, y en Europa, que los ha rozado. Y no ha sido algo puntual. Un ejemplo: en la ciudad de Phoenix (Arizona), los termómetros no han bajado de 43 grados ningún día durante tres semanas. Los hospitales están llenos de heridos por quemaduras.
Estas olas de calor prolongadas y simultáneas son mucho más frecuentes ahora que hace décadas, como consecuencia del cambio climático. Los científicos llevaban años avisando, y ya están aquí. Vienen alimentadas, entre otras cosas, por un nuevo patrón de la corriente en chorro, que va creando "cúpulas de calor" en diferentes partes del mundo.
“Esto confirma que el cambio climático incrementa los fenómenos extremos. Y lo que estamos viendo estos días es que se producen simultáneamente en muchas partes del mundo. El cambio climático era esto, esta es su aplicación práctica”, advertía Rubén Del Campo, portavoz de la AEMET, hace unos días.
Tras los récords de temperatura (o a la vez, en algunos sitios) llegaron los incendios, que están arrasando varios países del Mediterráneo: Grecia, Argelia, Italia… El sur de Europa y el norte de África se enfrenta a oleadas de incendios devastadores, avivados (cuando no impulsados, directamente) por esas olas de calor extremo.
En Grecia, los termómetros superan los 40 grados desde hace días. En algunas zonas, han llegado a marcar 46. En Argelia, donde los termómetros no bajan de 45 en muchas zonas, hay decenas de muertos como consecuencia de los incendios que arrasan el país. En Túnez, donde se han rozado los 50 grados, más de lo mismo.
En Italia, no sólo preocupan los incendios. El país se enfrenta estos días a violentas tormentas, fortísimo granizo, y hasta tornados, como el que sorprendió a Milán hace una semana. Todo, consecuencia de lo mismo: un clima cada vez más extremo e impredecible.
En el sur, tras más de diez días con temperaturas por encima de 40 grados, Palermo alcanzaba los 47 este lunes. Las llamas han llegado a rodear la capital de Sicilia. Hay varios muertos. En el norte del país, mientras, se enfrentan a fenómenos extremos de otro tipo. Un fuerte temporal de lluvia, granizo y tormentas ha arrasado Lombardía y el Véneto. Se han visto “bolas de hielo del tamaño de manzanas”, vientos de más de 100 kms/hora, súbitas trombas de agua… Fenómenos que recuerdan a lo ocurrido en Zaragoza hace tres semanas, cuando una fortísima tormenta descargó de forma súbita en la ciudad.
El alcalde de Milán, Beppe Sala, resume bien la situación. “No podemos negarlo más, el cambio climático está modificando nuestras vidas”. El ministro de Protección Civil de Italia, Nello Musumeci, decía hace unos días: “La tropicalización del clima ha llegado a Italia y tenemos que tomar nota”. Pero no sólo ha llegado a Italia. Hace unos días, veíamos una tormenta propia de otras latitudes en pleno corazón de Europa, la ciudad de Berlín. Vean.
Como explica el científico del CSIC Antonio Turiel, "no se trata de que algo sea imposible, sino de cuán probable es, y con cuánta repetición se ven cosas improbables". Y este verano, la repetición de cosas que antes eran improbables, o no tan frecuentes, está siendo la tónica.
Todo esto ocurre mientras las aguas del Mediterráneo siguen calentándose. O precisamente por ello. Las temperaturas que alcanza este mar vienen siendo noticia verano tras verano, pero este se lleva la palma. Nunca se había calentado tanto ni tan pronto.
Todavía estamos en julio y ya ha llegado a los 28,4 grados centígrados de media diaria en sus aguas superficiales. Es su récord histórico. Pero, además, que se registre en julio es insólito. El anterior récord son los 28,2 grados marcados en agosto de 2003. “Antes, había que esperar a finales de agosto para ver los 28 grados, ahora desde mediados de julio ya los tenemos, eso es lo preocupante”, advierte el climatólogo Jorge Olcina. Y avisa: “Llegaremos a los 29 o 30 grados en próximas semanas”.
“El Mediterráneo está saliéndose de todos los registros anteriores. Nunca hemos medido este nivel de calor en toda la cuenca en ninguna época del año. Y es sólo julio. Normalmente vemos el máximo anual en agosto”, alerta también el meteorólogo británico Scott Duncan.
Climatólogos y meteorólogos recuerdan estos días algo que llevan décadas advirtiendo los informes del IPCC: el Mediterráneo es un “hot spot”, un punto caliente, especialmente vulnerable al cambio climático. El meteorólogo Mario Picazo ha lanzado, esta semana, una advertencia insólita.
“La anomalía histórica del mar en conjunto roza ya los +3C con un valor que ronda los 28C de media. Suficiente para que con las condiciones de dinámica atmosférica ideales (cómo las que caracterizan a los huracanes del Atlántico) se pasee por sus aguas un huracán hecho y derecho. Será interesante ver qué tipo de escenario nos encontramos en la recta final del verano con las primeras incursiones de aire frío”, decía en Twitter hace unos días.
Y todo esto cuando aún queda mucho verano por delante, lo que significa que queda mucho calentamiento. Los termómetros suben, y seguirán subiendo, durante al menos un mes más. Tanto en el agua como en la atmósfera, que se realimentan la una a la otra. Mucho de lo que está ocurriendo en tierra tiene su explicación en el mar. Porque los océanos juegan un papel fundamental en el funcionamiento del sistema climático. Y están más calientes que nunca.
Las olas de calor recorren el hemisferio norte, este verano, pero no sólo en la tierra, también en el mar. “Estamos teniendo enormes olas de calor marinas en diferentes partes del océano que evolucionan inesperadamente, en una época muy temprana en el año, muy fuertes y sobre grandes áreas”, advierten los oceanógrafos. Y no sólo eso, al igual que comentábamos antes con la temperatura del aire, los océanos cada vez empiezan a calentarse antes. Este año, su temperatura se ha disparado antes que nunca.
Ya en abril les contábamos que habían superado todos los récords y que ello abría un escenario “desconocido”, climatológicamente hablando. Ahora lo estamos comprobando, con todos estos fenómenos extremos y simultáneos. Preocupa, en concreto, el Atlántico Norte, que ha batido sus propios récords, día tras día, desde hace meses.
“Todo está sucediendo tan rápido que es difícil hacerse una idea de la enormidad de estas anomalías, y mucho menos de sus consecuencias”, advierten los científicos que siguen la evolución de los patrones climáticos. “No estamos preparados para lo que viene”.
En España, al calentamiento imparable del Atlántico se suma al insólito y también imparable del Mediterráneo, lo que puede ser mucho más catastrófico en el futuro de lo que estamos empezando a atisbar. "Un Atlántico cálido y un Mediterráneo cálido son mares potencialmente muy inestables”, explican los climatólogos.
Y con este panorama sobre la mesa, se acaba de publicar en Nature un estudio que ha hecho saltar todas las alarmas. Porque advierte: el sistema de corrientes del océano Atlántico (AMOC, por sus siglas en inglés) podría colapsar. ¿Cuándo? A partir de ya (2025) y hasta finales de siglo (2095), en cualquier momento. Su colapso, ya sea total o parcial, puede tener efectos a gran escala en el clima del planeta.
Tendría graves impactos, sobre todo, en el clima de la región del Atlántico Norte, porque este sistema de corrientes es el que transporta aguas cálidas desde los trópicos hasta este océano. Es una auténtica bomba de calor que regula el clima templado (hasta ahora) en esta región, y más concretamente en Europa.
La última vez que ocurrió algo parecido fue en el último período glacial. La AMOC colapsó y ello generó fluctuaciones de temperatura en el hemisferio norte de 10 a 15 grados en sólo una década.
Pero esto no acaba aquí. Mientras vemos líneas rojas que ascienden imparables en los gráficos, cuando hablamos del calor en los océanos o en la superficie terrestre, vemos otras líneas rojas cayendo en picado cuando hablamos del hielo de los polos. El hielo de la Antártida no crece como debería. Allí es invierno ahora, y debería estar recuperando extensión, a estas alturas del año, pero sigue en mínimos. Vean este gráfico, que da cuenta de lo anómala que es la situación.
Christiana Figueres dice que se queda "sin palabras" ante estos datos. Son una señal más de ese calentamiento global que recorren el planeta de norte a sur, y cada vez se hace más patente. El Secretario General de la OMS opta por hacer un llamamiento urgente a actuar: "La crisis climática no es una advertencia. Está sucediendo. Insto a los líderes mundiales a ACTUAR ahora", decía en su perfil de Twitter hace unos días.