El fuego ha alcanzado a una veintena de casas en La Palma. Lo prioritario era poner a salvo a la población, a pesar de la resistencia que han mostrado algunas personas que tienen su hogar cerca del incendio, que ha arrasado más de 4500 hectáreas. Unas 4 000 personas han sido evacuadas para evitar males mayores y no descartan que haya más en las próximas horas por el cambio de dirección del viento.
Entre los vecinos desalojados, hay temor, angustia, tal y como reconoce Katia, que admite que “estábamos temblando de miedo”. “Esto es horrible, horroroso”, expresa otra mujer.
“No se descarta que aumente el número de personas evacuadas porque la madrugada ha permitido ralentizar el avance del fuego, pero los equipos de extinción temen que el cambio de dirección del viento que se va a registrar a partir de mediodía y que podría complicar mucho la situación vuelva a provocar nuevos desalojos”, ha explicado Carolina Armas en directo desde La Palma para ‘Informativos Telecinco’.
Mientras tanto, “se trabaja a contrarreloj para evitar que el fuego siga destruyendo viviendas. Las autoridades piden no acercarse a la zona del incendio, dejar libres las vías para acceso de recursos de emergencia y seguir las instrucciones de seguridad”.
Asimismo, “siguen llegando a la isla efectivos: hidroaviones y helicópteros que tratan a la desesperada de luchar contra este incendio en una isla donde aun no se han recuperado de la erupción volcánica y viven de nuevo estas horas de angustia y desolación”.
Desde que se declarase el fuego, la Guardia Civil ha desalojado a más de 4 000 personas de los municipios de Tijarafe y Puntagorda. Algunos han pasado la noche en albergues, donde les dan, dicen desde Cruz Roja, “cama, comida y servicio de atención en lo que podamos ayudarles”.
“Otras personas pues se han reubicado en otras casas familiares”, ha señalado Pablo Díaz, consejero de Cultura del Cabildo de La Palma.
Los afectados cuentan que a muchos les sorprendió en pleno sueño: “Tuve que despertar a mi familia, avisarles …”. José Daniel y María Antonieta, por ejemplo, tuvieron que irse con lo puesto. “Con la ropa que teníamos y un poquito más …”, explica José Manuel. “Los documentos, las medicinas, las llaves de casa…”, especifica María Antonieta.
Fueron momentos de mucha angustia. “Nosotros estábamos temblando de miedo”, expresa Katia. Otra vecina, lamenta: “Es horrible, horroroso”. La desesperación se ve, comenta otra mujer, en “los ojos de las personas que tienen su sustento, sobre todo, en viñedos”.
Las manos solidarias les ofrecen ayuda. “Yo por ejemplo en mi casa soy solo, tengo dos habitaciones para lo que sea, cualquier persona impedida o lo que sea. Yo, cuando el volcán, me ayudaron muchísimo y por eso estoy aquí”, cuenta un voluntario.
Hasta ahora las llamas han calcinado una veintena de viviendas y locales.