Los ahogamientos durante el año 2023 pueden romper los record anteriores. En los seis primeros meses del año, se había registrado un incremento del 35% en el número de incidentes acuáticos mortales en nuestro país. Durante el pasado mes de junio, las víctimas se acercaron a las 60. Una cifra tremenda. Estamos, por tanto, ante un problema de primer orden, con un promedio de 400 fallecimientos anuales, al que sin embargo solo se da importancia cuando se produce alguna circunstancia muy llamativa para los medios de comunicación. Los muertos en el agua causan un impacto relativo, que pasa enseguida, en cuanto se registra otro en cualquier playa o piscina cercana.
Otra cifra nos permite establecer comparaciones. Las víctimas mortales en accidentes de tráfico fueron 1145 durante 2022. Es decir, los ahogados son un tercio de los muertos en carretera, una tragedia contra la que año tras año se lucha desde instancias oficiales con importantes inversiones en campañas de concienciación y seguridad. No ocurre lo mismo en el agua. Sin embargo, los números asustan. El informe que realiza cada año la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo señala que en 2022 hubo en total 394 ahogados en España. Hombres fueron 316 y mujeres, 71. Otras ocho personas no pudieron identificarse en un primer momento. Esta acusada desproporción entre el número de fallecidos, según su sexo, revela un problema de comportamiento y psicología social. “Los hombres suelen envalentonarse”, nos cuenta Alberto García, responsable del puesto de Cruz Roja en el Pantano de San Juan, ubicado en la Comunidad de Madrid. “Se vienen arriba, creen que pueden tirarse desde más alto, nadar más lejos, y no es lo mismo flotar que saber nadar”, repite varias veces Alberto, con gran experiencia en socorrismo y salvamento en todo tipo de superficies acuáticas. Este joven experto considera que su función empieza fuera del agua, sobre todo en las piscinas, cuando el socorrista tiene que dar consejos e incluso sugerirle a alguien que no se meta. “Aquí en el pantano ocurre mucho. Se piden paellas, se beben sangrías y cervezas, y se van al agua. En esas condiciones, mejor no entrar”, dice Alberto, que destaca también la testarudez de algunos bañistas a los que ha tenido que rescatar cuatro veces el mismo día.
Diego Fernández, desde Cádiz, corrobora el relato de su compañero y aporta distintas explicaciones para los incidentes acuáticos más graves. “La digestión es recomendable hacerla, pero no porque se corte. La digestión no se corta. Lo que ocurre es que la temperatura del cuerpo sube con la digestión y el contraste térmico puede provocar un desmayo mortal en el agua", explica el doctor Fernández, que no solo es el responsable médico del puesto de la Cruz Roja en la playa de la Barrosa, sino que trabaja en urgencias en el Hospital Universitario de Puerto Real. Según su experiencia, una persona que se desmaya sigue respirando y, en tres o cuatro inspiraciones bajo la superficie, puede meter en sus pulmones un litro y medio de agua. Suficiente para ahogarle.
Sin embargo, Diego Fernández explica que los ahogamientos son muchas veces la causa aparente de una muerte, pero no la original. “En muchas ocasiones, lo que ocurre es que la víctima sufre un infarto en el agua y muere ahogada”, cuenta el doctor. Uno y otro charlan con Miguel Ángel Oliver en el videopodcast de Nius, ‘A ver si me he enterado’. A lomos de la estadística, que revela que hay muertos en el agua durante todos los meses del año; que la franja de edad más vulnerable es la que va de los 65 a los 74 años; y que el tramo horario más letal es entre las 12:00 y las 14:00, la conversación fluye por todas las zonas y circunstancias peligrosas para el baño: los saltos, los acantilados, las piedras, las corrientes, las picaduras, el exceso de confianza cuando se usa un flotador o pequeñas embarcaciones, el alcohol, los despistes. Todo influye, con el añadido para los profesionales de que tienen que jugarse la vida por salvar la de otros. “Sin ser agentes de la autoridad”, recalcan ambos. El año pasado una pareja de la guardia civil tuvo que entrar en el agua en una playa andaluza para sacar a un individuo que se negaba a seguir las indicaciones de los socorristas. Hay gente a la que hay que salvar, aunque algunos no quieran salvarse a sí mismos. Normalmente, varones.