España está viviendo un verano realmente caluroso y se espera que esta tendencia se mantenga durante julio y agosto. No cabe duda de que las temperaturas elevadas no son plato de buen gusto, ya que dificultan el sueño y complican cualquier tipo de actividad al aire libre durante las horas centrales del día. Y eso no es todo, también nos hacen perder el apetito.
Realmente este hecho no es ni bueno ni malo, sino que obedece a las propias necesidades del cuerpo humano. Eso sí, puede provocar algún desajuste dietético o deshidratación si no se consumen los alimentos adecuados.
La principal causa de la pérdida de apetito que experimentamos estos meses se debe, como hemos apuntado, a las altas temperaturas. Así lo explica Lina Robles, jefa del Servicio de Nutrición y Dietética del Hospital Universitario La Zarzuela, en el blog de Sanitas: “Con la llegada del verano, el cuerpo deja de necesitar más energía para regular su temperatura. Lo contrario ocurre en el resto de estaciones del año, sobre todo en otoño e invierno, donde la sensación de hambre se incrementa y eso hace que busquemos alimentos que ayuden a que se produzca la termogénesis (aumento de la temperatura corporal)”.
Es decir, el organismo no necesita energía extra para defenderse del frío, con lo que no nos “solicita” una mayor ingesta de alimentos calóricos. De hecho, la sensación de calor constante provoca que ingiramos más líquidos, lo que también redunda en que nos sintamos saciados mucho antes. A fin de cuentas, cuando bebemos mucho, el estómago se llena y eso provoca que la sensación de hambre desaparezca y no tengamos necesidad de ingerir alimentos.
Por otro lado, los hábitos en los meses de verano tienden a cambiar. Las personas pasan más tiempo fuera de sus hogares, ya sea de vacaciones, ya sea en otros momentos de ocio. Este hecho lleva asociados otros dos factores que inciden en la reducción del apetito. Por un lado, no se tiene el frigorífico a unos pasos, pues las actividades en el exterior se han incrementado. Y por otra parte, se realizan más comidas en bares y restaurantes. Por regla general, se tiende a comer más cuando acudimos a uno de estos negocios. Es más, algunos de los platos por los que optamos tienden a ser más calóricos. “Basar la alimentación en estos productos durante las vacaciones hace que el proceso digestivo se ralentice, y si además se realizan comidas copiosas, también puede venir acompañado de malestares que, definitivamente, afectan al apetito”, explica Lina Robles.
La falta de apetito no debe afectar a la ingesta de los nutrientes necesarios. Por ello hay que optar por dietas que ayuden a la hidratación del organismo y que no resulten pesadas al aparato digestivo. Así pues, los alimentos que no deben faltar son las frutas y verduras, las sopas frías como el gazpacho o las ensaladas de legumbres, pasta o arroz en las que se incluyan ingredientes proteicos como el atún o el huevo duro.