Los niños que viven en los barrios más pobres de España presentan severos problemas en su desarrollo debido a la alta incidencia de criminalidad en las calles, la influencia de las drogas y el "caos familiar" que termina por provocar una "falta de estimulación" para que continúen sus estudios. Una de las zonas con menor renta per cápita de España es la barriada de los Pajaritos en Sevilla, el segundo barrio más pobre después de otro barrio sevillano, el Polígono Sur, donde recientemente se ha llevado a cabo un tiroteo. En los Pajaritos los niños crecen y conviven entre el tráfico de drogas y la criminalidad constante en sus calles.
Según en informe de Indicadores Urbanos del Instituto Nacional de Estadística (INE) 2022, la media por persona es de 6.042 euros en la barriada mientras que en el Polígono Sur es de 5.666 euros. Este tipo de situaciones deplorables son las que han captado la atención de entidades sin ánimo de lucro como la Fundación Prodean, creada en Sevilla, pero que opera en otras comunidades como Extremadura. Estas trabajan para sacar a esos niños de las calles y darles apoyo psicológico y escolar para que se puedan desarrollar con las mismas oportunidades que los de otras zonas de la capital hispalense.
Lourdes Rodríguez Domínguez, trabajadora social de Prodean, comanda talleres que se realizan de forma diaria en la sede de la fundación para menores de entre 6 y 18 años, a los que acuden aproximadamente una treintena, desde hace seis años. También padres y miembros de la unidad familiar, que en ocasiones se extiende a tíos y abuelos, reciben respaldo psicológico y formativo con un único objetivo: el bienestar de sus hijos y que consigan "salir del barrio". Según Rodríguez, uno de los principales problemas a los que se enfrentan los niños es el "caos" con el que conviven en sus familias y que les provoca una "falta de estimulación y afectividad".
Este "caos familiar" tiene su origen en la edad tan prematura en la que los padres conciben a sus hijos, muchas veces cuando aún son adolescentes y existe un déficit madurativo en lo mental que termina por romper parejas y desequilibrar la vida de los niños, que asimilan esa vida, la de sus padres, como lo habitual en la sociedad. En la fundación, hay coordinadores que se encargan de ayudar a los progenitores a "sobrellevar lo mejor posible" estas "cargas familiares" para que los niños se encuentren ajenos a estos problemas y que se puedan desarrollar sin más inconvenientes que los que ellos mismos puedan presentar.
Una de las principales carencias que Rodríguez ha encontrado durante sus años de servicio en Prodean es la "afectividad", no porque los padres no quieran a los hijos, sino porque estos están "luchando para sobrevivir" día a día, lo que provoca que, en muchos casos, los hijos estén "toda la mañana o toda la tarde solos" mientras los padres realizan trabajos esporádicos en distintos sectores. Otro de los problemas que se encuentran los niños en zonas deprimidas es el abandono escolar, provocado, a juicio de Rodríguez por "falta de estimulación" para continuar sus estudios por parte de sus progenitores y otros familiares, ya que "cuando alcanzan 2º de la ESO, suelen dejar de estudiar".
En muchas ocasiones, estos estilos de vida tan deplorables e inestables hacen que los propio padres sean los que quieren que sus hijos no sigan la vida que ellos han tenido. Antonio y Cristina tienen 42 y 37 años respectivamente, y se dedican a la venta ambulante, una actividad que momentáneamente no realizan por los problemas físicos que presenta Antonio. Ambos han señalado que están "muy involucrados" en que sus hijos puedan "salir del barrio" y estudiar, por eso los llevan a la fundación para recibir el apoyo escolar que se torna tan necesario para conseguir un futuro próspero. En otros casos, los padres llevan a los niños a la fundación para que "no estén en la calle" y no se dejen llevar por la criminalidad cuando estén solos.