Lucía, una niña de ocho años a la que conocen como 'SuperLu', ha tenido que disfrutar del concierto de Aitana, su referencia, desde la última fila del recinto. Su madre, Lucía Santamaría, está harta de que sufra discriminación por ser una persona con movilidad reducida. La familia de Cantabria considera que todo aquel diagnosticado con una discapacidad tiene el mismo derecho que cualquier otro a disfrutar del asiento que quiera, no entienden que esté designado por defecto.
La pequeña 'SuperLu', que cuenta con más de 22.000 seguidores en redes sociales (@superlu_6 en Instagram), donde ilumina a todos con su alegría, tuvo que estar con su silla de ruedas al fondo de la sala. Más lejos imposible. Pero no solo en el concierto de El Sardinero le han ocurrido estas situaciones.
"Os pido que os pongáis en mi lugar", señala Lucía, diagnosticada con lesión medular nivel T4. En el cine, ella y otras muchas personas también se sienten discriminadas porque el único lugar habilitado para ellos es la primera fila. Siempre tienen que dejarse el cuello para aguantar dos horas de película, en el caso de que quieran ir, ya que muchos ni lo intentan a sabiendas de ello. Eso sí, su padre la coge en brazos y la lleva con él hasta una butaca.
En los últimos días también hemos conocido varias denuncias por las dificultades que encuentran las personas con movilidad reducida para acceder a los baños, otra asignatura pendiente en muchos recintos. Algo tan sencillo puede convertirse en una pesadilla, una odisea. Le ocurrió a Cristina, una mujer sevillana que utiliza silla de ruedas y que vivió una experiencia muy desagradable en un concierto.
"Necesitaba un cuarto de baño y los organizadores en el Palacio de los Deportes no tenían previsto el acceso para el cuarto de baño de personas con discapacidad", explicaba en un vídeo. Una bacteria hospitalaria la dejó hace cuatro años sentada de por vida. Su filosofía de vida es que una "silla de ruedas no te limita". Aunque las ganas, a veces, chocan contra la realidad. Fue la "única vez" en la que se sintió "una persona menos válida". Le dijeron que no sabían qué podía hacer. Pasaron 45 minutos y, con el pañal empapado, logró cambiarse en un despacho: "Fue muy humillante". Exige el mismo respeto para todos.