Hace años, la sociedad no disfrutaba de algunos derechos y libertades de las que se gozan hoy en día. Un ejemplo de ello es Carmen Navas, una anciana, de ahora 78 años, que ha tenido que esperar casi toda una vida para cumplir uno de sus sueños, hacerse un tatuaje. Aunque parezca un sueño simple y fácil de cumplir, Carmen lo ha estado dejando de lado durante décadas, hasta que finalmente lo ha conseguido, y por ahora, no piensa parar de seguir inyectándole tinta a su cuerpo.
Tras toda una vida esperando, Carmen ha cumplido uno de sus sueños de joven, tatuarse una luna en la barbilla. Pero nunca es tarde para cumplirlo. Ha tenido que esperar durante 77 años, pero finalmente lo ha conseguido, aunque para hacerlo ha necesitado el empujón de una de sus hijas. Carmen siempre había soñado tatuarse una luna creciente, pues asegura que este astro siempre ha influido en su vida. Pero "cuándo era joven mi padre no me dejaba", luego se casó y empezó a tener hijos y no encontró tiempo para ir a un estudio.
Es ahora cuando ha dado el paso, para el que ha necesitado un pequeño empujón. Por eso, fue una de sus hijas la que le preparó la sorpresa. Ella se encargó de todo, pidió la cita con el tatuador y "me dijo que íbamos a hacer algo que me hacía mucha ilusión”, relata Carmen. Al llegar, solo preguntó que si le iba a doler. “Me dijeron que no y era verdad. Estoy feliz con mi tatuaje”.
Fue tal su ilusión, que ahora pretende seguir plasmando el arte de la tinta sobre su cuerpo, el próximo también en la cara, en el que va a apostar por un diseño arriesgado. Esta vez su nombre. “Quiero ponerme mi nombre y apellido haciendo la forma de mis cejas”, asegura la anciana, que vio su inspiración en el hombre que le tatuó por primera vez, Luis Miguel Solano, quien también lleva su nombre y apellido en sus cejas.
Como Carmen, cada vez son más los ancianos que se suman a plasmar en su cuerpo un tatuaje. "Es un recuerdo que queda para toda la vida", afirma Juan, un anciano que a su longeva edad lleva tatuado en su pecho a su mujer y a sus hijos, al que recientemente acaba de sumar el rostro de su perro. Según van cumpliendo años "es más normal que vayan desapareciendo los tabúes sociales" con los que han crecido durante años, asegura el tatuador.