¿Qué pasa conmigo? ¿por qué me siento culpable? ¿por qué me está ocurriendo esto?. Son algunas de las preguntas que se hacen las miles de mujeres víctimas de abusos sexuales. Sofía Moreira Conde narra en su libro 'Cómo sobrevivir a una violación' el trauma que arrastró desde que tenía 13 años y su infierno interior. El violador era un chico con suerte, a la vista de todos y ella, la "zorra del instituto".
Sofía Moreira conocía a su novio desde que eran pequeños y este frecuentaba la casa familiar en Zaragoza. El joven tenía 16 años y fue él -según cuenta en el libro que publica la editorial Autografía- quien, con un cómplice, convirtió la violación en un trío y la convenció de que no era una víctima.
Por más terapia que ha hecho "no consigo recordar nada más". Del salón, ya solo tiene la visión de la violación: "el camello encima de mí y mi pareja a mi lado besándome, mientras yo estaba inmóvil, en mi cabeza me preguntaba cómo podía estar cachondo, si yo estaba cagada de miedo y solo podía rezar yo que soy atea, para que ese dolor cesara pronto".
"Puta, zorra, guarra". Era lo menos que le decían sus compañeros de instituto, después de que ella confiara en su mejor amiga. Sí recuerda la tarde en la que su novio permitió a su camello, mayor de edad, abusar de ella, mientras él disfrutaba mirando y cobrando en 'porros'. A partir de ese día, su vida se transformó en una pesadilla en la que se trataba de proteger agrediendo y callando.
Todo esto lo cuenta en un libro, a punto de ser publicado, en el que transmite su cambio de conducta, ante el conflicto que le generó a ella consigo misma y con los que la rodeaban; la angustia interior y la agresión que vivió tras esa experiencia que todavía la mantiene en tratamiento psicológico.
En boca de Sofía Moreira, la violación se convierte en "esto" y aquello" sin pronunciar la palabra, lo que revela que las secuelas permanecen ahí en un espacio que la hiere profundamente y con el que ha luchado todos estos años sin contarlo a nadie. Ya habían pasado algunos años "de aquello" cuando lo verbalizó por primera vez: "Fue con mi psiquiatra, que fue la persona que me preguntó 'qué es lo peor que te ha pasado en la vida'". Ahí le contó lo que había pasado 8 años atrás.
Los últimos datos del INE revelaron un aumento de los casos de abusos sexuales en 2021. Un 27% más, en el caso de menores que cometieron 609 delitos de naturaleza sexual. Del total de estos delitos, 291 fueron considerados como abuso y agresión sexual a menores de 16 años, 176 como abuso sexual y 66 como prostitución y corrupción a menores. De las 55 agresiones sexuales, tres fueron consideradas como violación.
Detrás de los números están las víctimas, como esta joven veinteañera, estudiante universitaria de Zaragoza, que escribió un libro para contar 'cómo sobrevivir a una violación'; cómo es el día después de esa terrible experiencia en el que una persona amada y cercana te usa, te violenta, como un trapo, mientras algo se destruye en su interior.
Todo eso Sofía Moreira lo vivió en silencio y transformando su dolor en rabia hasta volverse radioactiva. Y cuánto más sufría, más hacía por alejarse y sus compañeros se convirtieron en acosadores. Estaba en segundo de la ESO cuando sufrió la violación y fue convencida por su abusador de que ella era la culpable. "Te has acostado con otra persona delante de mí y me has hecho mucho daño. Así que más te vale que tengas la poca decencia de no hablar de esto." Obedeció.
"Me estaba muriendo por dentro y era tan invisible que nadie se había dado ni cuenta. Así que, si alguien quería insultarme, ya no me iba a llorar, directamente le estiraba del pelo o le pegaba una bofetada, desde entonces, la gente se lo pensaba dos veces, al menos de forma presencial por supuesto, porque por Tuenti recibía mensajes como” suicídate y vete del instituto, das puto asco”. En realidad -confiesa- lo quería era "protegerme" y que "nadie más volviera abusar de mí" .
La gente en general y muchas campañas supuestamente para prevenir las violaciones hacen pensar que estas ocurren en las calles oscuras y mal iluminadas, cuando las mujeres andan solas; o peor aún cuando vistes de una manera determinada. En realidad, los estudios demuestran que la mayoría de las violaciones ocurren en los entornos cercanos a las víctimas, como en este caso.
El joven que le tendió la trampa a Sofía Moreira era conocido de su familia desde que eran pequeños; "comía en mi casa y conmigo, era superamable; Fue tejiendo una confianza en mí, que cuando ya éramos mayores y podíamos tener una relación física los dos, pues yo ya estaba superenamorada. Él venía a mi casa a comer...¡cómo me iba a hacer eso! ".
Y el horror se instaló en ella, primero en su cuerpo con el dolor físico, pero también en su mente, de dónde no podía arrancarlo, por más que trataba de olvidar y al que achaca no haber tenido "una adolescencia normal, ni relaciones normales", porque "yo he tenido ideas suicidas, me autolesionaba".
El trauma de una violación no es algo que se resuelve con solo desearlo, sino que requiere terapia, ayuda profesional, porque si no "se llama malvivir, es intentar sobrevivir ocupando todo el tiempo posible, en lo que sea, para no recordar aquello que ocurrió."
"A lo mejor la gente piensa que el día que tu monstruo se va ahí finaliza la agresión, pero lo que la gente no entiende es que una vez que has dejado de sufrir agresiones no significa que lo has solucionado, porque yo lo sufrí hace ocho años y llevo 5 en terapia y tomando medicación y es algo que todavía me va a costar muchísimos años más. La gente cree que una violación es algo que se olvida cuando pasa mucho tiempo o con lo que puedes vivir y no, una violación requiere rehabilitación emocional y sin ella, no existe posibilidad para una sanación del trauma".
Y Sofía eligió el silencio o ese silencio agresivo a todo el que se acercara reaccionando contra los otros, aunque ocho años después reconoce que callar fue un error. Lo que tienen que es "gritar y denunciar a su agresor, porque para sanar, tienes que visualizarte como víctima de tal suceso, sino nunca lo podrás observar desde el enfoque en el que ahogue un poco menos y no duela tanto."
Para eso también es este libro para gritar lo que todavía no puede decir y avisar a otras chicas, que como ella todavía callan, porque lo habitual es que las víctimas no dejen de pensar que no hicieron todo lo posible.
El libro es parte de su cura, de este exorcizar el fantasma de la violación, que le impedía hablar y es la forma desde la que insta a cualquier mujer en su situación a "contar lo que pasó", porque "no has hecho nada malo".
Sofía sabe lo que haría "si tuviera delante a aquella niña de 14 años, le secaría las lágrimas, la abrazaría y le diría. Tienes que contar lo que pasó, porque si no, luego será mucho más difícil. Y tú querida compañera, no has hecho nada malo".