El acusado de asesinar a su esposa e hija en Abanto (Bizkaia) en marzo de 2020 ha reconocido haberlas matado porque "no aguantaba más" y pensaba suicidarse, y ha dicho que "ellas no iban a poder aguantar" y que "no quería que sufrieran".
"Yo soy culpable", han sido las primeras palabras de F.M.S., al sentarse a declarar ante el tribunal en la primera sesión del juicio en la Audiencia de Bizkaia, donde además ha manifestado su arrepentimiento.
Sin embargo, ha descartado que hubiera sometido a las víctimas a una vida "de absoluta dominación" y ha negado que fuera autoritario, machista y agresivo, como le han presentado las acusaciones que piden para él hasta 50 años de cárcel. "Fue un vil crimen machista", ha sentenciado el letrado de la acusación particular.
Durante casi dos horas, el acusado ha declarado sereno, detallando con frialdad los detalles de cómo cometió el doble crimen y solo ha roto a llorar al final. "Yo no tengo futuro" ha asegurado tras reiterar que su único deseo es ahora, como entonces "acabar con todo".
Según ha relatado que el 10 de marzo de 2020 llegó a casa tras haber bebido varias botellas de vino y vio dos mazas en la cocina y a su mujer dormida. "Vi una luz y una sensación de inevitabilidad", ha continuado, "sufrí un brote psicótico y las maté”; aunque realmente llevaba semanas pensando en suicidarse, ha asegurado.
Las acusaciones comparten el relato de la Fiscalía de que el acusado golpeó con una maza de 8 kilos en la cabeza a su esposa, le tapó la boca con un trapo y la degolló con un cuchillo, lo que le causó la muerte.
A continuación, fue a la habitación de su hija, le ató las manos y los pies con bridas y también le golpeó la cabeza con el mazo por lo que sufrió el estallido del cráneo, y después le cortó el cuello con un cuchillo de sierra. El acusado ha contado que engañó a su hija para que se dejara atar y fingir un secuestro con el que resolver su situación económica.
La Fiscalía pide para el acusado 24 años de cárcel por la muerte de su mujer y 23 por el de su hija, por dos delitos de asesinato con alevosía, el agravante de parentesco, así como de género, mientras que las acusaciones particular y popular, ejercida por la asociación Clara Campoamor, solicitan 25 años por cada una de las dos muertes.
Las acusaciones piden también una medida de vigilancia de 10 años cuando el acusado salga de prisión y que se someta a formación de género.
Por contra, la defensa ha considerado los hechos como dos delitos de homicidio con atenuantes de confesión, de alcoholismo y de enfermedad psiquiátrica, y que el acusado quiso acometer "un suicidio compasivo" y las mató "sin que sufrieran" y planeaba suicidarse después.
Así, propone 8 años de cárcel por cada una de las dos muertes y que se cumplan de manera simultánea.
El acusado ha contado que en 2020 la empresa de la que era propietario junto a otros familiares tenía una deuda y que él, a pesar de tener en propiedad el chalé en Abanto donde vivía la familia, además de un piso en Noja (Cantabria) y varios trasteros, pagaba una hipoteca, acumulaba una deuda de unos 15.000 euros y no tenía liquidez lo cual que generó una situación de "gran nerviosismo".
Pero después del crimen no se suicidó. Salió a "tomar unos vinos", luego volvió a su casa, comprobó que ambas estaban muertas y durmió hasta la mañana siguiente en que quedó con sus socios para "dar cara" y detallar la situación de la empresa, y no se pudo imaginar que le iban a denunciar.
"El error fue matarlas y luego contarlo", ha dicho, porque la Ertzaintza le localizó y arrestó. Ha asegurado que justo en ese momento que llegaron los agentes iba a quitarse la vida con la ingesta de ansiolíticos y alcohol, si bien en el informe toxicológico solo se detectó alcohol en sangre y, según las acusaciones, tampoco se ha probado que tuviera dependencia a ese tipo de medicamentos ni patologías mentales previas.
"Cuando me empecé a arruinar pensé que no podía dejarlas aquí, porque no las veía preparadas", ha insistido al tiempo que ha reconocido que animó a su esposa, bioquímica de profesión e "inteligentísima", a abandonar su trabajo para quedarse en casa y que no le gustaba la carrera de Derecho que había estudiado su hija, porque no iba con su carácter.
La joven, de 24 años cuando fue asesinada, tenía muchas amigas, pero "había engordado mucho" y tenía "unas tristezas terribles", ha sostenido.
Ha reconocido que mantenía una relación fuera del matrimonio y ha afirmado que con su hija tenía un trato tan bueno que hasta su esposa "se ponía celosa" cuando los veía hablar mucho.
Ha reconocido ser "muy aficionado al culturismo y el kick boxing", y a las peleas no reguladas que son "más divertidas que jugar al tenis", ha dicho