La Guardia Civil ya ha comenzado a prestar servicio con las 150 pistolas de efectos eléctricos incapacitantes --comúnmente conocidas como pistolas táser-- tras ser adquiridas el pasado mes de abril y después de haberse sometido a una serie de pruebas para evaluar su rendimiento operativo y definir los procedimientos de empleo. ¿Cómo funcionan estas armas y qué daños provocan?
Se trata de 150 dispositivos de efectos eléctricos incapacitantes de la marca AXON por un valor total de 450.000 euros, según especifica la Guardia Civil.
Las pistolas táser ha sido adjudicadas a las unidades que se enfrentan a las formas más peligrosas de delincuencia, por lo que, a partir de la experiencia de estos agentes, se procederá a extender su uso de manera progresiva.
La Guardia Civil ha indicado que este tipo de pistolas constituyen un nuevo medio que se integra en el esquema de intervención operativa que se implantó en 1998 "y se fundamenta en el uso gradual de la fuerza".
El equipamiento de estos nuevos dispositivos no letales incorpora un sistema de grabación de la actuación que permite documentar gráficamente las intervenciones en las que se utilicen para garantizar la seguridad jurídica de los guardias civiles en sus actuaciones.
Las pistolas eléctricas son de uso exclusivos de la Policía y el Ejército. Están reguladas por el artículo 5.1. del Reglamento de Armas y los agentes no pueden comprarlas por su cuenta.
La descarga de una táser es de unos 40.000 voltios, pero cuando entra en contacto con la persona la descarga baja su intensidad y se convierte en un arma no letal. Los fabricantes aseguran que una pistola 'taser' dispara dardos electrificados o también puede ser usada presionando directamente contra una persona para inmovilizarla. Los dardos que dispara pueden o no penetrar la piel, informa la compañía que los fabrica.
Al recibir una descarga disparada por una pistola táser la persona percibe una sensación paralizante y de dolor intenso; puede provocar contracciones musculares incontrolables .
Numerosos informes médicos aseguran que, si una persona recibe una descarga de un dardo táser en una zona próxima al pecho, puede provocar un drástico aumento del ritmo cardíaco , de hasta el doble de lo que el individuo tenía antes de recibir la descarga eléctrica. Ya se han reportado casos de infartos en individuos tras recibir una descarga de una táser.
La compañía Táser asegura que el voltaje de "carga máxima" de una de sus armas en el rango de impacto es de hasta 40.000 voltios, que baja hasta una media de 600 voltios durante el disparo.
La distancia de disparo de algunos modelos como el X26 llega hasta los 10 metros y libera también trozos de papel a modo de confeti con el número del cartucho para hacer un seguimiento de los disparos ilegales.
Un estudio de 2011 del Departamento de Justicia, elaborado bajo el Gobierno del presidente Barack Obama (2009-2017), avisó de que 200 estadounidenses habían muerto después de haber sido electrocutados y que seis de ellos fallecieron al golpearse la cabeza después de perder el control de sus músculos.
De acuerdo a ese estudio, un "ciclo" de descargas dura cinco segundos y no suele provocar daños permanentes, aunque hay más riesgo para quienes padecen enfermedades cardiacas o mentales. El peligro aumenta cuando se superan los 15 segundos de descargas y a los 40 pueden provocar fallos en el corazón y la muerte.
En su último estudio de 2012, Amnistía Internacional (AI) estimó que 500 personas habían muerto en EE.UU. por las pistolas eléctricas y avisó de que el mayor número de decesos se produjo en los estados de California (92), Florida (65) y Texas (37).
LA ONG Libertades Civiles para Europa aseguró en 2018 que policías de 107 países, incluidos Canadá, Brasil y Reino Unido, usan estas armas.
Su principal fabricante, Axon Enterprise, afirma que las ha vendido a 700.000 "profesionales" de la seguridad pública en todo el mundo, aunque no especifica en qué países.
Amnistía Internacional ha alertado de su uso en niños en EE.UU., mientras que el Comité Contra la Tortura de la ONU en 2007 expresó preocupación por la posibilidad de que puedan emplearse para torturar a detenidos.