Sin salud mental, no hay salud. Así lo reconoce la Organización Mundial de la Salud, que define la salud como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Por su parte, con la salud mental va un poco más allá, asegurando que se trata de “un estado de bienestar en el que la persona realiza sus capacidades y es capaz de hacer frente al estrés normal de la vida, de trabajar de forma productiva y de contribuir a su comunidad”. Con estas dos definiciones, parecería que sin salud mental no hay ni bienestar individual ni funcionamiento eficaz de la comunidad que valga. Pero, entonces, ¿por qué sabemos tan poco al respecto?
Un ejemplo claro es que tendemos a utilizar como sinónimos trastorno y enfermedad mental, cuando no lo son. Aunque parezca algo simple y sin importancia, se trata de palabras con mucha fuerza, por lo que conviene tener clara la distinción. En Yasss te contamos exactamente las diferencias entre una y otra.
En el ámbito de la salud y de la psicología, es muy habitual el uso de tres conceptos clave: el síndrome, el trastorno y la enfermedad. Tres palabras que pueden sonar muy parecidas, pero no lo son: conviene tener muy clara la diferencia, ya que todos dependen los unos de los otros y, en lo que respecta a nuestros cuerpos, cada uno afecta de una manera diferente a nuestro bienestar. Algunos son un problema de salud de corta duración, pero otros son crónicos y no tienen cura. Conocer las diferencias entre ellos nos puede hacer mucho más conscientes de nuestro propio bienestar y del de los que nos rodean.
Los tres denotan problemas de salud denotados por sus síntomas. Esto son la expresión de un estado anómalo, la “consecuencia” de algo que se está manifestando en el cuerpo: un síntoma es una señal de que algo extraño pasa en nuestro organismo, aunque no tiene por qué ser necesariamente nada malo. De ahí la importancia de acudir a un médico especialista, para que nos aclare en cuál de los dos lados estamos.
Una vez en el especialista, los síntomas se juntan, se estudian y se agrupan en un cuadro clínico vinculado a uno o varios problemas de salud. Aquí es cuando hablamos de síndrome, que no es lo mismo que la enfermedad o el trastorno. Tal y como explica el Doctor Luis Caballero, “el término trastorno mental es más amplio que el de enfermedad mental, y se aplica a cualquier alteración genérica de salud mental, sea o no consecuencia de una alteración somática conocida”.
Como el síndrome, la enfermedad es una entidad clínica, que tiene que ver con los problemas de salud. Sin embargo, y tal y como explica el psicólogo Arturo Torres en Psicología y Mente, “una enfermedad debe presentar, además de uno o más síntomas, o cambios reconocibles en el cuerpo o bien una causa biológica conocida (o ambos elementos)”. Es decir, además de la lista de síntomas que es el síndrome (estos pueden ser señal de una enfermedad, pero no tienen por qué), la enfermedad debe ir un pasito más allá y dar explicaciones. Sobre el papel, es una cosa muy seria.
Por otro lado, los trastornos pueden entenderse como alteraciones del estado de salud normal, bien sea por una enfermedad o por otro motivo. En el ámbito de la salud mental, un trastorno puede ser entendido como un cambio desadaptativo (y, por tanto, problemático para quien lo sufre) que afecta a los procesos mentales. Por norma general, tan solo sirve para señalar los estados de anormalidad y de alteración de la salud en los que se encuentra una persona, mientras que la enfermedad señala las causas concretas de la falta de salud. Por norma general, el trastorno es el primer paso para sufrir una enfermedad mental, pero la cosa puede quedarse ahí si se ataja o se trabaja en otra dirección.
Los trastornos mentales se diagnostican más fácilmente que las enfermedades, y hay un abanico enorme de posibilidades. Se trata de un problema serio de salud pública que nadie está exento de sufrir, sea cual sea su edad, género o procedencia: de ahí que sea tan importante aprender a identificarlos y saber cómo proceder en caso de sufrir u observar uno. La mayoría de ellos pueden resolverse con el tratamiento adecuado.