"Cuando me pongo nervioso me duele la tripa": una psicóloga enseña a gestionar la ansiedad estomacal
Algunas personas experimentan dolores muy agudos en la tripa, gases incontrolables, retortijones acompañados de sudores fríos o ganas de vomitar sin ninguna causa física subyacente
Arón tiene 21 años y diarrea funcional: cuando tiene una cita a cara cara, va al baño unas cinco veces
La ansiedad puede manifestarse de muchas formas. Algunas personas experimentan palpitaciones y otras un nudo en la garganta que les impide respirar con normalidad. Temblores, sudores fríos, visión borrosa, zumbidos en los oídos, sensación de mareo… No hay dos casos iguales. También es habitual el dolor de tripa, sobre todo en la población joven.
La relación entre la salud mental y nuestro cuerpo es innegable. El estrés puede causar eccemas, problemas cardíacos y numerosas molestias digestivas. Muestra de ello es el Síndrome del Intestino Irritable, una enfermedad que se agrava en momentos de ansiedad e inquietud. Sin irnos a ese extremo, todos nos hemos encontrado alguna vez mal de la tripa por nervios. ¿Quién no ha tenido que ir al baño con urgencia antes o durante un examen?
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Generalmente estos episodios de malestar digestivo son algo esporádico. Sin embargo, para muchas personas el dolor de tripa, las náuseas y la diarrea se vuelven recurrentes.
“Cuando conduzco sola me entran sudores fríos y ganas de vomitar”
Como veíamos al comienzo, la ansiedad puede externalizarse de muchas formas, pero algunas son más ‘visibles’ que otras. Una taquicardia solo la notas tú. En cambio, un apretón puede surgir en una situación socialmente inapropiada, lo que aumenta todavía más la ansiedad.
En el caso de Arón, de 21 años, la ansiedad siempre sigue el mismo patrón. “Soy tímido y cuando ligo lo paso muy mal. Como me pongo nervioso, me duele la tripa mucho y me entran unos pinchazos y unos retortijones insoportables”, confiesa. “Cuando me da el dolor en casa mientras hablo por Tinder o WhatsApp, lo gestiono bien. El problema es cuando tengo una cita a cara cara. A lo mejor voy al baño cinco veces. No es muy atractivo que digamos…”.
Su situación tiene nombre: diarrea funcional. Se trata de un problema muy común que en casos leves se puede controlar con estrategias psicológicas, pero en casos graves puede relacionarse con el Síndrome del Intestino Irritable del que ya hablábamos antes.
Otro síntoma estomacal muy molesto son las náuseas. Celia, de 19 años, ha aprobado el carné de conducir recientemente, pero cuando ha comenzado a coger el coche en solitario los nervios le han jugado una mala pasada. “Cuando voy por ciudad o acompañada no hay problema, pero cuando estoy sola y en carretera lo paso muy mal. Me entran sudores fríos y unas ganas de vomitar muy fuertes. Un día tuve que parar en medio de la autopista porque no aguantaba. Del mal rato me puse a llorar y acabé vomitando de los nervios”, recuerda.
Cómo gestionar la ansiedad estomacal
Estos dos pequeños testimonios solo reflejan una pequeña parte de la ansiedad estomacal. Algunas personas experimentan dolores muy agudos en la tripa, gases incontrolables, retortijones acompañados de sudores fríos o ganas de vomitar sin ninguna causa física subyacente. La gran pregunta es, ¿qué hago si tengo alguno de estos síntomas?
- Identifica las situaciones estresantes
El primer paso es detectar las situaciones que te provocan ansiedad estomacal. ¿Cómo? Apuntando en una libreta o en el bloc de notas del móvil los antecedentes de tus episodios de diarrea, nauseas o dolor de tripa.
Si solo experimentas malestar en eventos muy esporádicos, por ejemplo, cuando subes a un avión, no tiene sentido preocuparse de más. El problema surge cuando las situaciones que te provocan nerviosismo son habituales. Por ejemplo, la universidad (especialmente en época de exámenes), conducir, ligar o interactuar con personas nuevas, las discusiones o confrontaciones mínimas con tu pareja o amigos…
- Cuida tu alimentación
Es recomendable cuidar tu alimentación sobre todo si te vas a enfrentar a las situaciones que detonan tu ansiedad estomacal. Si tienes retortijones cada vez que conduces por carretera, intenta no tomar antes café, comida picante, lácteos, fritos, bebidas con gas y alimentos con alto contenido de azúcar libre.
De todos modos, lo ideal es implementar hábitos saludables todo el tiempo, no solo cuando vas a enfrentarte a situaciones ansiógenas. Una alimentación sana y equilibrada mejorará tu salud mental y física.
- Practica ejercicios de relajación progresiva
Si estás en medio de una situación ansiógena –por ejemplo, una fiesta en la que no conoces a nadie– y empiezas a encontrarte mal del estómago, realiza ejercicios de relajación progresiva.
Consiste en tensar y destensar los músculos. Imagínate que tienes una pelota antiestrés en las manos. Apriétalas con fuerza durante 10 segundos. Después relájalas durante 20 segundos. Repite este ejercicio con otras partes del cuerpo (piernas, glúteos, hombros, espalda…) hasta que logres reducir la ansiedad.
- Utiliza estrategias de distracción
Puedes combinar los ejercicios de relajación progresiva con estrategias de distracción. La más utilizada es mascar chicle, pero ten cuidado porque un consumo excesivo puede provocar diarrea y no queremos aumentar los problemas digestivos.
También puedes centrarte en detalles del entorno, por ejemplo, los colores de la ropa de la gente, el sonido de la música, el ritmo de tu respiración…
- Rompe con el tabú de lo escatológico
Además de todas las técnicas previas, la mejor recomendación para reducir la ansiedad es romper con el tabú de lo escatológico.
Muchas personas sufren apretones por el propio miedo a tener que ir al baño delante de una cita o de compañeros de clase. Obviamente no vas a ponerte a hablar de caca mientras os coméis una pizza, pero si tienes ganas de ir al baño porque estás nervioso, dilo con sinceridad. Explica que cuando estás preocupado tienes este tipo de episodios, y comprobarás como normalizando tu situación, disminuye su intensidad, frecuencia y gravedad.