La vida de Lucía con iatrofobia: "Evito ir al médico aunque esté muy enferma, me da pánico"
Las personas con fobia a las intervenciones médicas pueden ver muy limitada su vida, por lo que necesitan terapia psicológica
“He intentado ir al médico muchas veces, pero cuando salgo de casa ya me noto mareada y más de una vez he tenido que sentarme en suelo de la calle para no desmayarme"
Llamar, pedir cita y acudir a la consulta de nuestro médico de cabecera cuando nos encontramos mal parece una tarea sencilla. Sin embargo, para Lucía es imposible. Le sudan las manos, sus oídos se taponan y tiene un ataque de ansiedad cuando está a punto de entrar por la puerta. Al final vuelve a casa sin un diagnóstico y con mucho más malestar que antes.
Lucía tiene 25 años y padece fobia a las intervenciones médicas desde que con 12 años tuvo que someterse a una operación quirúrgica. "Cuando era muy pequeña siempre tenía problemas para respirar. Al principio pensaban que era alergia, pero resultaron ser vegetaciones. Son unas glándulas que todos tenemos, pero a muchos niños se les inflaman. Me operaron y en el postoperatorio hubo un pequeño problema. Me costaba mucho respirar y empecé a sentir que me ahogaba. Desde ese momento me quedé un poco traumatizada".
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A partir de ese incidente, comenzó a experimentar síntomas de ansiedad cada vez que iba al médico y con la edad los problemas fueron a mayores. "Al ser menor de edad, mis padres me obligaban a ir al médico si algo iba mal, aunque yo no quisiese. Cuando cumplí 18 ya empecé a evitarlo a toda costa", confiesa.
“Me automediqué y acabé con una otitis muy grave y hongos vaginales”
Ir al centro de salud no es el plan más divertido del mundo y menos en los tiempos que corren, sobre todo si eres un poco aprensivo, pero a veces es más que necesario ponernos en manos de un profesional. Independientemente de la gravedad de una enfermedad, es nuestro médico quien debe evaluarnos. Lo que para una persona es un catarro que ha afectado a la garganta, para otro puede ser una infección bacteriana que ha provocado anginas. Con la salud no deberíamos jugárnosla.
Miedo a ir al médico y automedicación
Una de las peores experiencias para Lucía fue cuando decidió automedicarse, agravando una enfermedad que a priori era leve. "Me da un poco de vergüenza contar esto, pero creo que puede ayudar a concienciar a la gente", añade. "Era invierno y fui a visitar a unos amigos a León. Con el frío me pillé una otitis y empecé a escuchar mal de un oído. Como no me dolía, me pensé que era un tapón, así que busqué en Google y fui a una farmacia a comprar una jeringuilla. La llené de agua caliente, me puse el agua en el oído y luego giré la cabeza rápidamente. Repetí esto varios días, pero el tapón no desaparecía", recuerda.
Las molestias de Lucía aumentaron y tras visitar varias farmacias, encontró una en la que vendían antibióticos sin receta. "Me empezó a doler muchísimo el oído y a las dos semanas caí en la cuenta de que no era un tapón, sino una otitis muy bestia. Lo peor de todo es que por no ir al médico, fui a varias farmacias a por antibióticos. Me los tomé y se me pasaron las molestias, pero me salieron hongos vaginales. Volví a la farmacia a por una crema. A lo mejor si hubiese ido al médico desde el principio me habría recetado unos antibióticos que no me hubiesen provocado los hongos".
Los síntomas de la fobia a ir al médico o iatrofobia
"He tenido bultos que con el tiempo han desaparecido, pero que a lo mejor debería haberme revisado en el médico", continúa Lucía. "También dolores muy bestias que me han dejado hecha polvo, gripes con fiebre alta y gastroenteritis que nunca he tratado. Sé que es una estupidez para muchos, pero yo prefiero pasarme una semana con diarrea a ir al médico y que se me pase en dos días. Es algo superior a mí, no puedo entrar en un hospital".
Lo que le sucede a Lucía es algo muy habitual y tiene nombre: fobia a las inyecciones-sangre-daño. Se trata de un subtipo de fobia que afecta a entre 2 y 3% de la población y que provoca un miedo intenso a las intervenciones médicas.
Cada persona la experimenta de una forma. Hay quienes se marean al ponerse una vacuna, quienes palidecen cuando ven sangre y quienes sienten pánico ante cualquier problema de salud o consulta médica.
“Más de una vez he estado a punto de desmayarme cuando he intentado ir al médico”
La fobia a las inyecciones-sangre-daño puede sobrellevarse con mayor o menor dificultad. Algunas personas aprenden a vivir con ella e incluso la superan. Otras ven muy limitada su vida, como en el caso de Lucía. Por ejemplo, evitando intervenciones médicas importantes para la salud, dejando de lado estudios como enfermería y medicina o no visitando a familiares y amigos que han sido intervenidos quirúrgicamente.
"Yo soy consciente de que si voy al médico por una gripe, no me va a hacer daño, pero no puedo evitar no ir", afirma Lucía con resignación. "He intentado ir al médico muchas veces, pero cuando salgo de casa ya me noto mareada. Cuando estoy acercándome al centro de salud la ansiedad se me dispara, y más de una vez he tenido que sentarme en suelo de la calle para no desmayarme. Después me pongo a llorar y me entran ganas de vomitar. Acabo volviendo a casa, aunque esto esté agravando y prolongando mi fobia".
En los casos más graves de fobia a las inyecciones-sangre-daño, lo ideal es pedir ayuda psicológica. No debemos minimizar el problema. Si afecta a nuestra calidad de vida, debemos ponernos en manos profesionales.
La terapia psicológica para la fobia a las inyecciones-sangre-daño combina ejercicios de relajación, exposición gradual a las situaciones que nos dan miedo y modificación de todas aquellas creencias que cronifican la ansiedad. Se trata de un tratamiento eficaz con porcentajes de recuperación muy altos, por lo que si estás experimentando este problema, no te lo pienses y pide ayuda.