Solastalgia o cómo el cambio climático también puede acabar con la salud mental
Los cambios en el entorno producidos por el cambio climático afectan a la salud mental. Algunas de las patologías son la solastalgia y el trastorno por déficit de naturaleza. En Yasss te contamos en qué consisten.
Todos sabemos que en verano cuesta conciliar el sueño y aumentan el deseo sexual y el cansancio. Los efectos del calor son conocidos, tangibles y cada vez más habituales: el cambio climático aúpa el mercurio de los termómetros cada año, rompiendo récords en una tendencia que no parece sino recién estrenada. Según la Organización Meteorológica Mundial, la temperatura media aumentará entre 3 y 5 grados a lo largo de este siglo, lo que no solo tendrá repercusiones en nuestros cuerpos, sino que también afectará nuestra salud mental.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya recogió los “efectos sobre la salud mental” como una de las cuestiones a tener en cuenta a la hora de hablar del cambio climático y sus efectos en los seres humanos. Con el ecologismo y la divulgación de la ecología, las sociedades han tomado conciencia de la importancia de preservar el medio y sus recursos; no hacerlo nos lleva a sufrir, entre otras cosas, patologías o emociones como el trastorno por déficit de naturaleza o la solastalgia. En Yasss te contamos en qué consisten.
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¿Alguna vez has sentido solastalgia?
Este término, que nomina al sentimiento sobrecogedor que te invade cuando notas que tu entorno más cercano y familiar está cambiando, fue acuñado por el filósofo medioambiental Glenn Albretch. En sus estudios, el académico analiza la relación entre el sufrimiento medioambiental y el humano, así como la necesidad de las personas de encontrar una estabilidad física para poder desarrollar otros aspectos de su vida correctamente. La premisa es sencilla: el entorno debería ser una fuente de satisfacción, pero para muchas personas es objeto de estrés.
El concepto se refiere a la sensación de que “tu sentido endémico de pertenencia está siendo violado”, explica Albretch. Quizás estés pasando por ello, pero no encuentres un nombre: ¿Lo que antes era un descampado en el que pasabas las tardes con tus amigos, ahora es un centro comercial? ¿Han tirado abajo el bosque en el que jugabas al salir del colegio para crear urbanizaciones con piscina? O, más allá, ¿tu zona se ha visto afectada por terremotos, incendios o inundaciones? ¿Te sientes triste, dolido y expulsado de esos sitios? Ahí lo tienes: eso es la solastalgia de Albretch.
El sostálgico siente que este cambio, no deseado e impuesto, le está haciendo perder algo suyo para siempre. Está muy relacionado con la nostalgia, aunque no debe confundirse; la primera ya se consideraba un trastorno diagnosticable a mediados del siglo XX, como explica el profesor. Este concepto, del que parte la propia solastalgia, aúna las palabras en latín ‘nostos’ (el regreso a casa o a la tierra de la que se es nativo) y ‘algia’ (dolor o enfermedad) para hacer referencia a la “enfermedad causada por la imposibilidad de volver a casa”. Era una patología muy habitual entre los soldados destinados fuera de su hogar; en ocasiones, sufrían tanto por su hogar que no podían hacer su trabajo.
La solastalgia reúne el consuelo, ‘solacium’, y el dolor, ‘algia’, y se acuñó después de que a Albretch le contactaran para luchar contra la minería de carbón a cielo abierto. La angustia de los afectados, recuerda el doctor, “era palpable: sentían angustia por la amenaza a su identidad y bienestar”. Desde entonces, el concepto se ha usado en trabajos académicos, pero también en clínicas psicológicas, y resulta muy útil a la hora de tratar con damnificados por desastres naturales.
¿Y si sufres TDN?
El Trastorno por Déficit de Naturaleza (TDN) es otra de estas enfermedades somaterráticas a las que hace referencia Albrecth, y aunque todavía no está reconocida como enfermedad, sus efectos se han estudiado desde distintos campos. Este concepto lo acuñó el periodista estadounidense Richard Louv en su libro ‘El último niño del bosque’, y hace referencia a la falta de contacto con la naturaleza de las generaciones más jóvenes.
Según apunta Louv, la falta de contacto con la naturaleza nos hace más vulnerables a estados de ánimo negativos y a una peor concentración, entre otras cosas. La falta de contacto con el ecosistema natural, frente al abuso de los espacios creados artificialmente, se relaciona para este autor con la ansiedad, el estrés, la fatiga, la obesidad, las enfermedades respiratorias o el trastorno por déficit de atención (TDA).
Ambas se curan de la misma forma: revelándose contra el pavor global, o el temor al futuro, que conlleva el sistema capitalista hoy imperante, explican los autores. Por el contrario, hay que fomentar las relaciones y el sentimiento de apego hacia la naturaleza y la vida, propone Albretch, luchando por la conservación, la recuperación y la rehabilitación del entorno. De esa forma, cuidaremos el planeta y nuestra salud mental, porque el segundo nunca podrá existir sin el primero.