La palabra depresión forma parte de nuestro vocabulario sin necesidad de eufemismos o vergüenza. Hace diez años apenas conocíamos este problema de salud mental, y a día de hoy es extraño que no tengamos algún ser querido que padezca o haya padecido un trastorno depresivo. Se trata de una epidemia como el coronavirus, pero silenciosa, invisible, desatendida y, aun así, también letal.
Durante los últimos dos años, más de dos millones de españoles han padecido un trastorno depresivo según el Instituto Nacional de Estadística. Dos millones de personas han lidiado con la tristeza, culpabilidad, falta de interés por las cosas, incapacidad para disfrutar, cansancio y pensamientos suicidas... pero nombrar un listado de síntomas no es suficiente para entender lo que significa la depresión.
Durante los últimos años la salud mental se ha convertido en un tema recurrente, sin embargo, quienes sufren un trastorno en su propia piel a menudo lo viven en silencio.
Aarón, Celia, Elena, Iván, Azucena, Pedro, Vanesa, Alberto, Sandra y Mar son diez jóvenes con algo en común: un diagnóstico de depresión. Para algunos es reciente, otros llevan acompañados por él años. También se diferencian en el tratamiento, su situación laboral o incluso el apoyo que reciben de su entorno. Y es que, como vemos, la depresión no es simplemente un cúmulo de criterios diagnósticos, sino algo único para cada persona.
La pregunta que le lanzamos a los diez jóvenes fue muy breve, pero difícil de responder. "¿Qué es lo más duro de sufrir depresión?". La dificultad radica en que la depresión es como un virus, que infecta cada área de tu vida impidiéndote seguir con ella con normalidad, por eso resulta imposible describir qué es lo que duele más. Es como si fueses un coche parado en medio de la carretera tras un accidente. ¿Cómo sabes qué pieza está peor si todas están destrozadas? Sin embargo, tras varios minutos, todos dieron una respuesta.
“Lo peor no es estar triste. Lo peor es cuando dejas de sentir. Eso es horrible, tener delante a tus padres o a tu novia y no sentir que los quieres. Es como si te vaciasen las emociones, y no sabes cuánto tardarás en recuperarlas o si serás capaz algún día.” – Aarón, fisioterapeuta de 27 años.
“Para mí lo más duro ha sido ver a mi familia pasarlo mal y no poder hacer nada. Te sientes tan culpable. Creo que se necesita mucho apoyo y que te insistan en que no eres una carga, porque la depresión te convence de que sí lo eres.” – Celia, estudiante de Geografía e Historia de 20 años.
“Los altibajos. Cuando mejoras y de repente vuelves a estar mal, sobre todo después de mucho tiempo bien. Con 18 años tuve mi primera depresión. Pasó y pensé que no volvería. Cuando volví a sentirme así se me vino el mundo al suelo. Sentía que todo lo que había hecho en su día no había servido para nada. Tienes que convivir con el miedo de que toda tu vida sea así, rachas buenas y volver a la depresión.” – Elena, profesora de 29 años.
“Lo que más me cuesta es fingir normalidad. Trabajo de cara al público y tengo que estar bien, no puedo permitirme mostrar mi depresión. Muchas veces tengo que pausar y meterme en la trastienda porque no aguanto, necesito llorar.” – Iván, dependiente en una tienda de 27 años.
“Diría que el miedo al qué dirán, que es algo que está en tu cabeza, pero que al final te condiciona mucho. Tuve que pausar la carrera por la depresión. Dejé de ir a clase porque no podía, y cuando estuve algo mejor no me vi capaz porque me daba miedo lo que los demás pensasen de mí, o que me criticasen, o no poder hacer amigos ya porque ya habría grupos hechos. Eso te hace aislarte más y es peor para la depresión.” Azucena, estudiante de Filología de 19 años.
“Lo más duro es luchar por vivir. No lo puedo decir de otra forma porque es así. La depresión te hace querer morir, a veces querer matarte y eso es todavía peor, y tienes que aferrarte a esa voz que te dice que no, que no tomes una decisión impulsiva por un trastorno mental. Por eso es importante hablar del suicidio, para que haya más voces pidiéndote vivir y callar las ganas de morirte.” – Pedro, teleoperador de 24 años.
“Para mí lo peor está en mi cabeza. Son las cosas que me digo. Es horrible porque no puedo controlarlas, a más intento que se paren esos pensamientos más siguen. Es horrible porque lo hago sin darme cuenta, pero me digo a mí misma que todo es culpa mía, que nunca mejoraré, que nadie me soporta, ni mi psicóloga… Y cosas peores. La depresión te convierte en tu peor enemigo.” – Vanesa, auxiliar de enfermería de 26 años.
“Creo que lo peor es perder tu identidad. Cuando tienes depresión te acuerdas de cómo eras antes y de las cosas que te gustaban, pero que ya no te gustan. A veces siento que mi personalidad se ha apagado y no logro encontrarla. No sé lo que me gusta porque ya nada me gusta. Todo mi ser es la depresión y ya no tengo ambiciones ni hobbies ni ganas de nada. Eso es sin duda lo que más me duele.” – Alberto, ingeniero informático de 29 años.
“Aceptar que hay gente que se va a alejar de ti. Al principio todo el mundo te dice que puedes contar con ellos, pero hay amigos que tardando más o tardando menos desaparecen. Lo más duro no es aceptar esa pérdida. Lo más duro es entenderla. Hay que encontrar un equilibrio entre no culpar a esas personas que se van y no culparte a ti por haberles echado con tu depresión.” – Sandra, trabajadora social de 31 años.
“Me ahoga la rutina de la depresión en las rachas malas. Paso semanas sin salir de casa porque además teletrabajo, y lo hago desde la cama cuando estoy peor. Es un poco esa sensación de que todos los días son iguales y no sabes si es ya viernes o si ha pasado un mes. Después me siento muy mal porque es como que tiro mi vida. Mucha gente se sintió así cuando estuvimos confinados, pero es que ese vacío es lo que se vive con depresión.” – Mar, periodista de 27 años.