Cuenta la psiquiatra Rosa Molina que cuando empezó la especialidad de psiquiatría con el ya fallecido doctor López Ibor en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid, el profesor animaba a sus alumnos a desarrollar proyectos para reducir el estigma de la enfermedad mental. La doctora reconoce que por entonces no se le ocurría ninguna idea brillante…Por supuesto, tampoco se podía imaginar las posibilidades que años después iban a traer las redes sociales.
“Las redes, para mí, han sido ese proyecto del que tanto hablaba López Ibor -explica, hemos conseguido, que psiquiatras o profesionales del campo similares, como psicólogos, estemos ahí para dar respuesta a cosas que nos llegan, a dudas que nos llegan de la sociedad y que se repiten mucho. Eso te da esa visión que no tienes en consulta. En consulta te viene uno, pero aquí es como que cien personas te mandan la misma pregunta…entonces sacas esencias que de otra manera te costaría mucho más percibir. Es como tener la minería de datos en tu móvil…información privilegiada gracias a la información que nos da la gente a través de redes”.
Molina empezó su actividad de divulgación sobre salud mental con pequeñas pildoritas -muy informativas pero muy prácticas- a través de su canal de Instagram @dr.rosamolina y su podcast De piel a cabeza. Ahora, lo hace a lo grande con su primer libro, Una mente con mucho cuerpo(Paidós, 2021) en el que la doctora nos enseña a entender nuestras emociones a través de lo que expresa el cuerpo. Su libro es una guía que ofrece al lector claves para regular estados de ánimo, tomar mejores decisiones, hacer frente a las adversidades…en definitiva, para cuidar de la salud mental. Un tema del que todavía cuesta mucho hablar, pero al que no podemos dar la espalda.
Pregunta: La salud mental sigue estando rodeada de muchos estigmas. Cada vez sois más los profesionales de la salud mental que os embarcáis en esta guerra contra el estigma. Debe ser algo realmente importante…
Respuesta: Siempre decimos en salud mental -y esto está estudiado e identificado- que el estigma produce más limitación que la propia enfermedad, es decir, yo puedo tener un trastorno bipolar, tener tres episodios en toda mi vida, y si solo me limitara al cuadro en sí, podría tener una vida plenamente funcional, estar adaptada en mi trabajo, tener unas relaciones interpersonales saludables y, sin embargo, por culpa del estigma, tener una vida mucho más disfuncional. Porque empiezan los miedos, las inseguridades, la evaluación negativa de los demás, la sensación de rechazo…y todo eso, es lo que realmente termina limitando al paciente. Entonces, el estigma, es una gran lucha, sí.
P: Se dice también que una de las cosas buenas que ha traído la pandemia ha sido que nos ha permitido normalizar un poco la salud mental…
R: Creo que sí…y estamos en la picota ahora mismo. En la salud mental ha habido como un efecto exponencial. Creo que fruto de lo que ha pasado con la pandemia y que todo se ha difundido en redes, que todo se hace como más viral. También está el fenómeno del me too:un montón de famosos que reconocen que van al psicólogo y al psiquiatra en este ejercicio de luchar contra el estigma de la enfermedad mental…
P: Muchos expertos en salud mental dicen que la pandemia ha traído más enfermedad mental…¿hasta qué punto es cierto?
R: Por un lado, la pandemia nos ha frenado en seco. Íbamos a toda velocidad, íbamos corriendo y, de pronto, nos ha parado en seco de golpe y porrazo y nos hemos tenido que enfrentar a muchos miedos, dificultades, situaciones excepcionales, situaciones muy duras y eso, estar en contacto con eso, ha dañado nuestra salud mental. Ahora bien, ya decir que la pandemia ha generado trastornos…tanto como eso, no. Pero sí que nos ha expuesto a situaciones más difíciles. Y lo que sí que estamos viendo es más cuadros adaptativos, es decir, por ejemplo, no tanto depresiones mayores con un componente más biológico, sino aquellos cuadros depresivos que tienen más que ver con lo circunstancial, con lo que nos sucede. Ahí sí que hemos visto más. Un cuadro adaptativo no es más que una situación en la que mis capacidades adaptativas se ven desbordadas, no soy capaz de hacer frente a esta situación de estrés, me desborda y entonces, se manifiesta en el nivel físico y psíquico. Entonces, sí que hemos visto más cuadros de este tipo. Lo que estamos viendo que es un boom -y lo estamos viendo en las noticias- es un aumento de intentos de suicidio entre los más jóvenes, hasta el punto de que se habla ya de que han adelantado a las muertes por accidentes de tráfico, fíjate de qué cifras estamos hablando…
P: ¿Realmente estáis viendo este incremento de intentos de suicidio en el día a día, en los hospitales?
R: Ayer mismo estuve yo de guardia en el hospital y justo vinieron cinco menores a psiquiatría por intentos de suicidio. Así que eso también lo hemos notado muchísimo y también hemos notado muchísimo la demanda por cuadros de conducta alimentaria. Esas han sido las cosas más llamativas: lo adaptativo, los trastornos de conducta alimentaria y el tema de los intentos de suicidio y las autolesiones… Las autolesiones no son otra cosa que intentar llevar esta parte de lo emocional al cuerpo. El tema de las autolesiones, de dañarme y conseguir como un alivio emocional porque no sé canalizarlo de otra manera, entonces me autolesiono, me corto y eso tiene un efecto como de relajación (…) La gente dice que es una forma de sentirse vivos, de anestesiarse… dicen que no saben expresarlo de otra manera.
P: Esto también tiene que ver con el estigma. ¿Nos cuesta menos admitir el dolor físico que el emocional o mental?
R: Sí, parece que estamos más validados y legitimados a quejarnos de lo físico, pero no tanto de los psíquico. Y eso es algo que es de la sociedad, pero que nos influye. Parece que si demuestro que estoy mal en lo psíquico parece como que soy débil, que me siento vulnerable, inferior o no capaz. Porque parece que en la sociedad se entiende todavía que bueno…que el que está deprimido es porque quiere: como si fuera un acto de voluntad que haya depresiones.
P: Parece que en nuestra sociedad ahora mismo conviven dos mensaje muy potentes, pero contradictorios: por un lado el “si quieres puedes, solo tienes que proponértelo; si no cambias es porque no quieres” y por otro lado el de “está bien reconocer que estás mal psicológicamente, que tal vez necesitas ayuda…”
R: Como decía ayer la mamá de una paciente que se había intentado suicidar: “¡Es que tienes que intentar luchar!”…”Es que estoy harta de que mi madre me diga que luche, porque es que estoy mal y ella no entiende que yo no estoy para ir al instituto”… Ese es un mensaje [tienes que luchar] que tiene que calar y que ha hecho mucho bien y ha traído muchas cosas positivas… pero que no podemos cogerlo por sí solo. Porque es innegable que todo lo que tiene que ver con la salud mental es mucho más complejo que simplemente cambios cerebrales. No es solo cuestión de voluntad. Tenemos que recordar que es algo mucho más integral y complejo (…) Efectivamente, disponemos de una vulnerabilidad biológica heredada y genética para el desarrollo de algunos cuadros, pero eso viene modulado a su vez con lo que nos toca vivir, el grupo social en el que nos movemos o nuestra situación socio-familiar, socio-económica, los factores culturales…todo eso va ir modulando y va a ir construyendo lo que nos sucede. Hay personas en las que la fuerza de voluntad puede tener un peso mayor que en otras.
P: Tu libro está muy centrado en la conexión -o desconexión- de la mente y el cuerpo y cómo eso influye -para bien o para mal- en nuestra salud mental. Verdaderamente vivimos de espaldas al cuerpo…
R: Estamos distraídos y desconectados de lo que sucede en nuestro cuerpo…¡cuando la información que proviene del cuerpo es valiosísima!. Debemos parar, tomarnos tiempo, conectar y además tolerar. Porque es como si tuviéramos miedo. Me viene ese malestar -que además lo vemos en cosas muy cotidianas como en tengo un examen, tengo una cita con alguien que me gusta y me dan ganas de ir al baño-. ¡Fíjate qué inmediatez entre lo mental y lo físico! O sea, es que algo mental se ha traducido rápidamente en química y tenemos que ir al baño. Pues claro, en ocasiones experimentamos emociones muy fuertes de miedo, de ira o rabia y es como un “tengo que escapar de ellas, salir corriendo, no parar y pensar”. Pues no. debemos parar y tolerar, es decir: voy a atender a esta emoción que me ha venido. ¿Por qué me he sentido así?
P: Sería como usar el cuerpo como canal de información para comprender lo que nos pasa, en vez de tratar de negar ese malestar que se manifiesta en el cuerpo…
R: Sí, pero también podemos usar el cuerpo como herramienta de regulación; se trata de aprender a usar el cuerpo. Muchas veces, en las crisis de ansiedad podemos usarlo para engañar a nuestro cerebro. O sea, las crisis de ansiedad es una cosas muy física en la que nuestro cerebro nos manda un mensaje de miedo, eso lo trasladamos al cuerpo: se nos acelera el corazón y la respiración y eso a su vez se va retroalimentando…es como un círculo vicioso… si yo en ese momento respiro muy lento y hago el ejercicio activo de decir, “bueno… ya esta aquí otra vez la ansiedad, ya está aquí la crisis de pánico…y ¿qué pasa?, pues nada, venga, vamos a enfrentarla”. De esta manera voy a ralentizar el ritmo del cuerpo para engañar un poquito al cerebro que está con ese miedo irracional en ese momento…
P: ¿También nos ayuda a regularnos y a sentirnos mejor tener buenas relaciones interpersonales, nuestro componente digamos más social?
R: Lo social está tanto para lo bueno como para lo malo. Es decir, en lo social encontramos un elemento importante para regularnos, porque somos seres sociales desde que nacemos y el papel que juega el otro en nuestra vida es fundamental. Está esa parte positiva, pero también está la negativa de que muchas veces, nuestras preocupaciones, nuestros miedos y nuestras mayores angustias tienen que ver con el otro, con la falta de reconocimiento del otro; estamos continuamente necesitando que nos quieran, que nos admiren…es que somos así, somos seres sociales.
P: Esa necesidad de sentirnos queridos y aceptados por los demás también se manifiesta en nuestro cuerpo, como explicas en tu libro. Creo que es un buen ejemplo para terminar y para entender cómo cuerpo y mente están tan conectados…
R: Sí, justo hay un capitulo en el libro en el que hablo del rechazo social. Hay estudios científicos que dicen que cuando alguien es rechazado en un grupo o experimenta una situación de rechazo, se activan las mismas regiones cerebrales donde se activa el dolor físico puro y duro. Por ejemplo, si nos ha dolido la pierna porque nos hemos caído no somos capaces de reexperimentar ese dolor como tal; en cambio, el dolor que nos hicieron, el dolor que experimentamos en una situación de rechazo con un amigo o con un familiar…¿a que sí que somos capaces de reproducirlo incluso de volver a experimentar ese dolor?. Es físico, es esa punzada en el corazón, son esas tripas que se me revuelven…desde luego, hay un campo fascinante ahí.